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miércoles, 20 de julio de 2011

La encantadora de suegras (cap. XI)

Parte XI: Suegras Por Todas Partes


Amanecí de lo peor. En mi cabeza punzaba un dolor insoportable, mi estómago amenazaba con hacerse explotar, y apenas podía levantar un brazo. Por fin comprendí con totalidad el significado de una buena cruda. No pude entender cómo es que llegué hasta conduciendo sin problemas.

Después de tomar una ducha, sentí recuperar un poco de mi conciencia, pero aún me encontraba muy debilitada. Mamá me esperaba en la cocina con el desayuno como lo hace diariamente. Pero mi estómago no se sentía del todo animado para recibir alimento. De todos modos, tomé asiento para intentar alimentarme, en el fondo debía de estar muy hambrienta.

-Hoy es miércoles, te toca desayunar fruta y pan tostado.-mamá había sido muy considerada con mi dieta.- ¿Te sientes bien para ir al trabajo?

-Debo de sentirme bien, hoy es la junta con el administrador general. Mi futuro puesto se encuentra en juego.

-¿Por qué no lo dijiste antes?-se alarmó mi madre.- ¿Y así te atreviste a pasar la noche de fiesta? Pudiste haber vuelto más temprano, para descansar…

-Mamá, fue necesario hacer esto. Tengo que salir a socializar más seguido, ¿no crees?

-En eso tienes razón. Y más vale que te hayas divertido, para que valga la pena la desvelada. No creo que así no haya sucedido, ¿verdad? ¡Mira no más la resaca que tienes! Pero que despedida de soltera habrá sido esa…

-Sí, estuvo excelente.-no quise hacer saber a mi madre sobre mi escape con Sofía. No era necesario que lo supiera de todos modos.

-¿Ahora cómo le vas a hacer para no quedar en ridículo frente a tu jefe? Voy a darte unas pastillas para que se te quite el mareo.-mamá comenzó a buscar en la alacena.- De las mismas que solía darle a tu padre después de sus fiestones. Deben estar cerca, acabo de dárselas hace poco. ¡Aquí están!

Tomé el medicamento con poco entusiasmo. Sabía que no surtirían efecto suficiente, me sentía pésima.

-Tengo una idea. Llamaré a mi jefe para preguntarle a qué hora será la junta. Creo que necesitaré descansar un buen rato. Además, me lo merezco.

-Sabia es tu idea. Suerte con ella.-mamá volvió a su habitación. Suele tomar otra siesta después de atenderme por las mañanas, como lo hace diariamente.

Tal como lo ideé, marqué al celular de Rodrigo. Le explicaría todo lo ocurrido, y él muy seguramente me entendería. Era mi amigo.

-¿Bueno? ¿Qué pasa Vicky?

-Hola, Rodrigo. Sólo quería informarte que no me siento muy bien. ¿Crees que podría quedarme en casa por un tiempo en lo que me recupero? Puedo llegar al trabajo más tarde, cuando empiece la junta.

-¡Oh, preciosa! ¡Qué bárbaro es eso! ¿Te sientes muy mal? Por supuesto, quédate en casa. El señor Lozano llegará a la una aproximadamente. La junta podría comenzar a esa hora, o quizá más tarde. A las dos.

-Eso es perfecto. Muchas gracias, Rodrigo.

-De nada, preciosa que te mejores.

Fue mi primer día hábil sin que yo trabaja, en lo que cabe de la palabra. Siempre había asistido todos los días al trabajo, siempre había sido puntual. De igual forma, siempre había sido responsable con mis horas de descanso, para no tener imprevistos en mis compromisos. Sin embargo, las cosas habían estado cambiando mucho en los últimos días.

Regresé a mi cama, derrotada por el cansancio. Las pastillas poco a poco comenzarían a surtir efecto, y una buena siesta multiplicaría su eficacia. Cubrí mi cuerpo con mi refrescante sábana, me relajé de pies a cabeza sobre mi suave y esponjoso colchón. Cerré mis ojos, comencé a soñar. Aunque aún permanecía despierta.

Imaginé que la almohada que apretaba sobre mi pecho se trataba de alguien, de un chico. De Christopher, exactamente. Visualice sus brazos estrechándome hacia él apasionadamente, buscando mis labios, luchando por juntarnos con los míos. Finalmente, después de su inquebrantable insistencia, sentí piedad hacia él. Logró seducirme y le cedí uno de mis besos.

Lo escuché susurrarme al oído “Te amo, siempre lo he hecho. He sido un tonto por  nunca haberme dado cuenta de lo maravilloso que eres, hasta ahora. Espero que no sea demasiado tarde para ganar tu corazón de nuevo.” Le respondí que no era tarde aún, que estaría dispuesta a entregarme a él por completo si prometía nunca abandonarme y seguirme amando tal como soy. “Prometo que lo haré, por toda la eternidad.” Volvimos a besarnos aún con más pasión.

Situaciones como esta ya las he experimentado en infinitas ocasiones. Besar a la pared, acariciar a mi almohada, bajo la ilusionada idea de sentirme amada. Algunos lo considerarían como fantasear, pero desde mi punto de vista sin esperanzas, lo que hago no es más que experimentar lo para mí desconocido.

¿No merezco ser tratada como a una princesa, escuchar los elogios de un príncipe azul de vez en cuando? Si ese príncipe nunca llegara, al menos podría simular lo que se sentiría ser deseada. No creo que Bárbara la de la novela tenga la misma necesidad de fingir escenitas con sus almohadas al igual que yo. Qué suertuda.

Quedé dormida entre los brazos de Christopher, cálidos y protectores. Bajo un sueño profundo, seguí recuperándome. Mis fantasías románticas incluso sirvieron para hacerme sentir mejor. Pasaron los minutos, llegaron las ocho. Media hora después desperté un poco, mamá había entrado a mi habitación para revisar cómo me encontraba. Sin embargo, yo no me moví. Volvió a caer dormida por un largo rato.

Todo era paz y serenidad, sentía como si ni siquiera existía yo misma. Silencio, descanso. Hora tras hora. Admito que perdí la noción del tiempo.

De repente y como molesta interrupción a mi siesta, sonó mi celular desconcertantemente. Me aproximé a él para contestarlo, no sin antes afinar mi garganta para que mi voz no sonara como recién levantada. Se trataba de Sofía. ¿Por qué habrá querido llamarme esa traidora, engañadora?

-¿Bueno?

-Vic-to-ria, me alegra que contestaras.-mencionó sarcásticamente.- No pensé que lo hicieras, creí que deberías estar trabajando. Te oyes algo cruda.

-La verdad me siento mucho mejor de lo que estaba, tome algo de tiempo libre.

-Qué bien, ayer fue una noche pesada. Sobre todo en la parte en la que me abandonaste. ¿Lo recuerdas?

-¡Lo siento, Sofía!-a pesar de lo malévola que ella podría ser por dentro, no soy capaz de hacerle ningún mal a nadie. Sobre todo en ese entonces, cuando me sentía culpable por todo incluso por lo que no debía sentirme así.- Quise despedirme de ti, pero estabas muy ocupada.-claro que lo estaba.

-Entiendo, Vic-to-ria. Pero si me dejaste muy preocupada.-sarcasmo.-En primer lugar, porque no te fuiste sola. ¿Qué hiciste con Christopher? Me di cuenta de que le echaste el ojo en cuanto te lo presenté…

-No, él y yo ya nos conocíamos. Somos amigos.

-Sí, claro. ¿Te revolcaste con él, no es cierto?

-¡No Sofía!-levanté mi cuerpo para cambiarme a posición sentada.- A él ya lo conocía desde antes. De hecho, éramos vecinos. Al igual que Armando.-introduje a su comprometido al tema de conversación, para resonar en la conciencia de Sofía sobre sus imperdonables actos de la noche anterior.

-A eso voy con mi segunda preocupación. Vicky, permíteme llamarte así. Estoy segura de que me viste ayer. Observaste la forma en que me comporté con mis amigos, pero comprende que yo ya no soy así. Fue mi despedida de soltera, ¿estamos de acuerdo? En cuanto te fuiste, te juro que mi noche también se acabó. Salí del antro de inmediato. Solamente te pido, por favor, que no le cuentes nada a Armando.

¡Pero qué golfa! ¿Cómo se atrevía a pedirme eso? Nunca en mi vida le permitiría llamarme Vicky. ¡Nunca en mi vida iría a perdonarla por lo que le hizo a Armando!

-¿Guardarías ese secreto, Vicky querida?

Respiré profundamente, oxigené mi mente para que tomara la decisión más adecuada. Durante años le había permitido a todo el mundo chantajearme, convencerme de cosas de las que no estaba de acuerdo. Pero ahora no sólo mi voluntad se encontraba en juego, sino también la dignidad de Armando. Me armé de valor y respondí a Sofía con toda la sinceridad del mundo.

-Lo siento, Sofía. Pero no puedes guardarle ese tipo de secretos a Armando. Si lo que pretendes es cambiar, deberás hacerlo. Más no a sus espaldas. Sé sincera con él, por lo menos con él. Yo confío en ti, Armando confía en ti, hasta la señora Lucía acaba de confiar en ti.-hubo una breve pausa silenciosa.

-¿Entonces vas a contarle lo de anoche?-la voz retadora de Sofía no fue suficiente para asustarme y cambiar de opinión.

-Solamente si tú no lo haces primero.

-Oh. Está bien, por supuesto. ¿Qué podría esperarse de una ñoña mimada como tú? Creí que serías lo suficientemente madura como para convertirte en mi amiga, estar de mi lado. Pero no es así.-la hostilidad de su voz iba aumentando cada vez más de intensidad.- ¿Te das cuenta de que por tu culpa tanto a Armando como a ti se nos romperá el corazón? ¡Por tu culpa, nuestra boda podría ser cancelada! ¡Nos separarías a los dos para siempre! ¡Eres una maldita! ¡Una maldita golfa! ¿Me oíste? Que tú y tus despreciables abuelas se vayan al diablo!

Colgó. Mis oídos estaban aturdidos. Definitivamente, Sofía no era la mujer indicada para Armando. En primer lugar, era una aprovechada e hipócrita. En segundo, se había convertido en enemiga de su mejor amiga. Entiéndase, de mí.

Eché un vistazo a la hora en el reloj de mi celular. ¡Pero Santo Cielo! ¡Faltaban cinco minutos para que dieran la una! ¡Ya debería encontrarme en el trabajo!

No consideré ni siquiera darme otro baño como lo había planeado. Mi ropa afortunadamente ya estaba planchada por mi madre, tan considerada. Cepillé mis dientes, sujeté mi cabello para disimular el alboroto en el que se armó mientras estaba acostada. Guardé mi maquillaje básico en la bolsa, quizá tendría después un espacio de tiempo disponible para arreglarme.

Me despedí de mi madre a gritos, mi padre se encontraba en el trabajo, en sus últimos días de trabajo. El tráfico parecía estar a mi favor. ¿Quién sale a la una con quince minutos de su casa para ir a trabajar? Lo complicado fue encontrar estacionamiento. ¡Ojalá la junta empezara a las dos!

Entré al edificio volando. Corrí hacia el elevador para alcanzarlo, en el cual se encontraban ciertos compañeros de departamento, a los que nunca antes me había dirigido. Intenté guardar la calma en su presencia. Cuando estoy apresurada me aparece un tic nervioso que impulsa a mi ojo izquierdo a abrirse y cerrarse rápidamente. Por suerte no lo notaron.

Salí disparada hacia la oficina de mi amigo y jefe, ansiando encontrarlo. Ahí no estaba. En su lugar se hallaba Quiñones, quien se emocionó de verme.

-¡Señorita Guzmán! ¿Se encuentra mejor?

-Sí, pero necesito urgentemente saber dónde está Rodrigo.-contesté notablemente alarmada.

-Si no le ha llamado, significa que no ha tenido oportunidad. Por lo tanto… supongo que la junta ya debió haber comenzado.

-No… puede… ser.

-¡Entonces apresúrese a la sala! ¡Rápido!

-¡Ya empezó la junta!-grité sin pena mientras recorría velozmente los pasillos del departamento. Desperté el interés de muchos de mis compañeros con mi traslación,  chocando, arrojando objetos y ocasionando cierta serie de accidentes a mi paso. Eso sí, siempre lanzando mis disculpas al aire.

Una compañera se dirigía hacia el ascensor tranquilamente. Tuve que verme grosera al entrometerme en su camino para ganárselo.

-¡Lo siento, es una emergencia!-me disculpé mientras ya me encontraba tecleando el destino del elevador: piso número dos.

La sala de juntas por lo general se mantiene con la puerta abierta, salvo cuando se encuentra efectuándose una junta. Mi corazón se detuvo cuando me di cuenta de que la puerta estaba cerrada. No me quedaba otra opción más que abrirla, para que los asistentes se enteraran de mi presencia. Más vale tarde que nunca. Giré la perilla y empujé ligeramente. Sólo alcancé a observar a Rodrigo dentro, de pie y exponiendo.

-…los casos fallidos son cada vez menos comunes al utilizar el plan de aislamiento, tal como se presenta en la gráfica.-volvió su mirada hacia la puerta, se percató de mí.- ¡Señorita Victoria! Sienta la libertad de incorporarse a nosotros. Damas y caballeros, la trabajadora estrella ha llegado. Les presento a la licenciada Victoria Guzmán.

Recibí aplausos que en el fondo sentí no merecer, debido a mi demora. ¡Pero juro que esto no sucede todos los días! Tomé asiento tímidamente.

-Como decía, el plan de aislamiento nos provee de resultados aún más favorables que ningún otro. Por lo tanto, considero conveniente mantenerlo a lo largo del año. Además, los reportes de los últimos meses parecen indicar cierta tendencia productiva. Victoria, ¿te gustaría exponer tus reportes en este momento?

Mi estómago se hundió. No sabía que debía exponer mis reportes a la audiencia. Había al menos quince personas presentes, sentadas a lo largo de la mesa. Tres de ellos se trataban de hombres alrededor de los cuarenta y de aspecto serio, uno de los cuales debía tratarse del director general. Pedro Lozano. El resto se trataba de señoras no del todo simpáticas a primera vista, a quienes pude reconocer por la leyenda de la foto en la que ellas aparecían, en la galería del edificio. Se trataba de las trabajadoras líderes de la empresa, aquellas que igual que yo recibieron un ascenso muy reconocido alguna vez en su vida. Todas debían pasar ya de los cincuenta y cinco años.

-Anda, Victoria.-me levanté lentamente de mi lugar. Lo primero que se me ocurrió hacer fue ofrecer una disculpa.

-Lamento informarles que a diferencia de mi jefe y compañero, Rodrigo, no cuento con elementos audiovisuales en los que apoyarme. Sin embargo conozco perfectamente los resultados de nuestros reportes de los últimos meses, que yo misma he elaborado.-hablé mientras los nervios se apoderaban de mí.-En primer lugar, tenemos que la tasa de incremento del mes pasado es…

¡Imposible! ¡Mi mente estaba en blanco! No podía recordar nada. ¿Por qué no tomé los reportes de mi oficina antes de bajar?

-Quiero decir, la tasa que indica que tanto han incrementado nuestras inversiones ha sido… es decir, aún lo es, pero ha estado cambiando en los últimos meses. El punto es que la tasa ya no es la misma. Ha mejorado…

La mirada de cada uno de los ahí presentes se concentraba en mí. Fue una de las experiencias más difíciles que he vivido. Mi ascenso definitivamente no iba a cumplirse.

-Muy bien, Victoria. Gracias por tu esfuerzo. Recordemos que esta compañera no ha estado sintiéndose bien este día.-volví a tomar mi asiento, Rodrigo regresó al frente.- Lo que la señorita quiso decir, es que la tasa de incremento de inversión ha aumentando proporcionalmente al número de aislamientos aplicados en el sistema…

Fue en ese mismo entonces cuando sentí arrepentimiento por la noche anterior. Definitivamente, tendría que hablar con Armando. De lo contrario, mi desvelada hubiera terminado en vano. No preste atención al resto de la junta, ya no tendría caso.

Saliendo de la sala, una vez acabada la sesión, Rodrigo se limitó a dirigirme una mirada de compasión, mezclada con desaprobación. Clarisa lo esperaba optimistamente frente a las escaleras, y al notar la expresión de su rostro, volteó hacia mí sus ojos. Simulé no haberla visto.

-Disculpa, Victoria. Quisiéramos hablar contigo un instante.-se acercó a mí una de las señoras.

-Claro, por supuesto.-el resto de las trabajadoras prestigiosas me esperaba dentro de la sala. Era algo muy extraño.

-Felicidades, Victoria.-se dirigió a mí la más anciana de todas.- A tus escasos veintisiete años has logrado algo que ha todas nosotras nos costó la juventud entera. Desde temprana edad hemos servido a esta empresa con puestos relativamente bajos. Secretarias, trabajadoras comunes, o incluso servidoras de limpieza. Sin embargo, tú has sido la primera mujer en recibir la posibilidad de un ascenso, a un grado mucho más alto que el de ninguna otra. Tu esfuerzo ha sido reconocido en el tiempo debido.

-No como a nosotras. Tuve que pasar tantos años, más de tres jefes diferentes para que me reconocieran.-contestó otra señora, delgada y arrugada.

-Independientemente de que hallas fallado en esta junta, te mereces un fuerte aplauso.-la señora que me invitó a pasar de nuevo a la sala inició las palmadas. De ahí se expandieron al resto de las presentes. Me sentí honorada.

-Lo mejor que puedo recomendarte-continuó la más anciana, los aplausos fueron cesando poco a poco.- es que mantengas tu perseverancia. Si no vuelven a rendirte honores, no dudes en abandonar esta empresa. Busca un lugar en el que te respeten por lo que eres y por lo que haces como lo es debido. Pero no olvides dedicarte a lo tuyo. Escribe un libro, pinta un cuadro, lo que tú más anheles lograr en la vida. ¡Sé mujer!

-¡Se mujer!-respondieron al unísono el resto de las mujeres. Parecían formar parte de una convención. Me pareció algo gracioso, pero sentí que en el fondo tenían mucha razón.

-Muchas gracias por sus consejos.

-Gracias así por ser tú. Nos encantas.

Camino a mi oficina medité las palabras de aquellas señoras en mi mente. En contraste a hace rato, mi traslado fue suave, lento, cuidadoso.

Pasé por la oficina de Rodrigo, quien me percibió y llamó a mi nombre. Entré a su cubículo, procurando no hacerle un mal trío. Clarisa le hacía un masaje en la sien y en los hombros, él con los pies sobre el escritorio.

-Vicky, no entiendo que te ocurrió. ¡Estabas tan cerca!

-Relájate.-Clarisa se le acercó al oído para hablarle delicadamente.- Con este masaje tu tensión desaparecerá.

-Gracias, bebé.

-Lamento haber olvidado así las cosas. Anoche fue noche pesada…

-Lo entiendo, Victoria. Pero en verdad, ¿qué te sucedió? ¿Tuviste que haber llegado tarde? ¿No pudiste haber preparado alguna presentación, o algo? Pensé que serías más dedicada.-Rodrigo me reclamaba como si mi trabajo de toda la vida fuera insignificante.

-Quisiera recordarte que fuiste tú quien no me aviso sobre la junta. Yo ya tenía mis planes…

-¡Tus planes son basura cuando se interpone el trabajo!-hasta Clarisa saltó del asombro al escuchar a Rodrigo gritarme de esa forma. No dudaría en que alguno de mis compañeros se asomara a la oficina para ponerse al tanto de la situación e iniciar con los rumores. Recordé las palabras de la sabia trabajadora anciana.

-Tal vez necesite buscarme un trabajo donde me valoren por lo que soy y por lo que hago. Donde se me reconozca y al menos mi jefe-hice énfasis en la última palabra.-se preocupe por mantenerme al tanto de todo lo que ocurra. Sobre todo lo que respecte a mí.

-Vicky, no empieces por favor.-Rodrigo llevo chocantemente sus manos a la cara.- Si lo que quieres es renunciar de este trabajo, ¡adelante!

-Perfecto. Por ahora, me conformo con tomarme el resto del día libre.

Clarisa quedó atónita, con los ojos como platos. Rodrigo furioso, rechazó que su teñida amante continuara con su inservible masaje. Me retiré de su oficina. No tenía nada que recoger antes de irme, así que podía marcharme directamente del edificio.

Me dirigí al ascensor con la frente en alto. Detrás de mí me analizaban las chismosas miradas de mis compañeros de departamento, quienes presenciaron mi segundo acto de asertividad del día. Primero fue con Sofía, y ahora lo fue con mi jefe.

Me encontré con Imelda y con Quiñones en el primer piso. Me despedí de ellos como si nada hubiera sucedido.

-¿Te irás de nuevo?

-Digamos que sí, tomé el resto del día libre.-lo tomé, aunque no estoy segura de que me lo hubieran cedido.

Una vez en marcha dentro del auto, comencé a preguntarme hacia dónde dirigirme. La hora de la comida se aproximaba, a pesar de que gracias a mi dieta y el horario de mis actividades me obligaban a alimentarme ligeramente a las doce. Pero aún así podía invitar a comer a un amigo que estuviera disponible en el momento. No lo sé, probablemente a Armando. Podría ser.

Me estacione frente al parque donde suelo correr diariamente para buscar su número de teléfono en mi agenda. La señora Lucía me lo había proporcionado la vez que fui a visitarla a su casa para ver lo del pastel. Marqué a su teléfono, presionando cada tecla con cautela. Era emocionante volver a llamarlo, saber de él.

-¿Bueno? ¿Quién habla?

-¡Armando!-respondí gozosa.-Soy Vicky, Vicky Guzmán. ¿Cómo has estado?

-¡Vicky!-qué maravilla, él también se alegró de hablar conmigo.- Muy bien, ¿qué hay de ti? ¿Lista para ser mi madrina?

En realidad, no. Lamentaría decepcionarlo, así que no pude decirle la verdad, por supuesto.

-Lo haría todo por ti, Armando.-eso sí era cierto.

-Gracias, Vicky. Te amo.-no reconocí que clase de “te amo” habrá querido expresarme, pero lo que si reconocí fue la sinceridad al decírmelo. Fue una especie de “te amo” auténtico- ¿Qué ocurre, a qué debo el honor de tu llamada?

-Verás, tengo el día libre. Así que quiero saber si te gustaría salir a comer conmigo.-me atreví a preguntarle.

-Por supuesto que me encantaría, Vicky. Sólo que tengo una junta importante programada en el trabajo por ahora.

-Entiendo… ¡juntas!

-Sí, lo sé. ¿Te parecería mejor mañana?

-No creo tener libre mañana…

-¿Cenamos mañana?

¡No! ¿Qué tal si Sofía planeaba algo malvado, un complot hacia mí para que Armando no escuchara nada de lo que yo dijera? Armando debía escucharme, ¡lo más pronto posible!

-¿Qué te parece cenar hoy? En serio me encantaría que fuera hoy.

-Por supuesto, creo que tendré disponibilidad. ¿Te parece si paso por ti a las ocho?

-¡Excelente!  Sólo una cosa: no le cuentes nada de esto a Sofía. Yo sé por qué.

-Está bien, no te preocupes.

-Si pregunta, avísale que tienes otra junta importante y urgente.

-Pensará que la estoy engañando…-¿y qué importaba? Ella ya lo había engañado a él.

-No debería. ¿Qué no confía en ti?

-Sólo bromeaba. Paso a las ocho por ti entonces.

-Genial. Nos vemos, Army.

-Adiós, Vicky.-quizá fueron mis oídos los que me engañaron, pero juré haber escuchado a Armando mandarme un beso por el teléfono. Fue adorable.

Mamá se sorprendió al verme, no se había dado cuenta de mi llegada hasta que la encontré en la cocina. Claro, ¿cómo iba a escucharme si sus baladas de los setentas inundaban la atmósfera?

-¡Oh, Dios mío! ¡Vicky! ¿Qué haces aquí?

-Te agarré con las manos en la masa, mami.-literalmente.-Espera, ¿estás decorando esos pasteles?

-Sí, son un encargo para hoy en la noche. Iba a mencionártelo ayer, pero tuviste tu despedida de soltera.

-¿Cómo se te ocurre combinar esos listones? Se ve como pastel de payaso.-jamás se combina morado con verde limón para el pastel de una jubilación, menos sobre un fondo de pastel de chocolate.

-Qué bien que llegaste para salvarlo. Pero, ¿por qué estás aquí?

-Día libre. Sucedieron muchas cosas.

Mamá notó la decepción en mi rostro. Admito que me sentí algo mal por desilusionar a mis padres, que confiaban en mí para que obtuviera el ascenso de puesto.

-¿Te fue mal?

-Pésimo, en cierta parte.-comencé a dejar salir unas cuantas lágrimas. Muy pocas.- Quedé en ridículo frente a todos.-reí.

-¿Cuál fue la parte buena?

-Fue comprendida por el grupo de señoras sobresalientes de la empresa. Me comentaron que ser reconocida de por sí es un honor.

-Por supuesto que lo es, princesa.-mamá me dio uno más de sus reconfortantes abrazos.

-También mencionaron algo sobre hacer lo que yo siempre he querido. Escribir un libro, pintar un cuadro… no lo sé.

-¿Qué te gustaría hacer a ti?-mamá me soltó poco a poco para verme a los ojos.

-Bueno, aparte de decorar pasteles, hay muchas cosas que me gustan o me gustarían hacer. Quisiera tener una mascota, ¿te lo había dicho? Nunca hemos tenido un perro en la casa, y en vista de que creo que nunca me casaré ni tendré hijos…

-¡Vicky! No pienses de esa manera, ya te lo he dicho.

-Está bien, pero en serio me gustaría ser madre. Por lo menos de un perro, por el momento. Además, hay otra cosa. Quisiera ser algo que involucre… algo de fama.-mamá alzó una ceja, muy interesada en mis palabras.- No nacional, ni fama mundial. Local, por lo menos. Que todas las personas en esta ciudad reconozcan quien es Victoria Guzmán.

-¿Cómo qué?-preguntó mi madre, mientras removía la terrible combinación de colores del pastel inocente.

-No lo sé. Algo así como, ser locutora. Escribir una columna en el periódico, aunque nadie la leería.

-¿Qué te hace pensar eso?

-Tienes razón, yo la leería.-sonreí.

-¿Sobre qué hablarías?-me encantó que mamá hiciera fluir mis ideas. Hacía tanto tiempo que no pensaba en un proyecto personal, que no involucrara reportes o conquista de corazones.

-Sobre algo en lo que soy realmente buena. Tal vez…

Me puse a recapitular mis últimas experiencias. Recordé mi llegada al bar Los Ángeles, cuando conocí a las amigas “santurronas” de Sofía. Natasha hizo comentarios halagadores sobre mí con respecto a la plática que tuve con su suegra, de cómo logré suavizarla. “Vicky es una diosa. Es toda una encantadora de suegras”.

-¡Lo tengo! ¡Podría darles consejos a las personas sobre como conquistar a sus suegras!

Mamá me observó con rareza, y después comenzó a carcajearse.

-Eso sí que sería muy leído, ¿no Vicky?-comentó mientras yo tomaba un par de listones rojos y uno negro metálico. Eso era apropiado para una jubilación.

-Estoy hablando en serio, mami. No te imaginas la cantidad de chicas que se mueren por que sus suegras las dejen en paz. Creo que tengo un don especial para lidiar con personas mayores.-mamá escuchaba, atenta.- Aunque no sólo se trata de dar consejos, sino de interactuar con las suegras de otros. Las hago sentirse cómodas, logro “hechizarlas”…

Mamá continuó con su risa. Sé que en el fondo me creía.

-Siempre has tenido ese don, Vicky. Lo he notado desde que eras muy pequeña. Has preferido todo el tiempo relacionarte con los adultos, escuchar conversaciones de adultos. Nunca viviste tu vida alrededor de los jóvenes con quienes debiste desarrollarte, y por lo tanto sigues así como eres. Dulce e inocente como una niña.

-Mi vida ha sido un fiasco por culpa de eso. Al menos debería sacarle provecho a mi ñoñería.-mamá volvió a reír. El pastel había quedado terminado.

-Haz lo que te haga feliz, Vicky.

Sonreí y me dirigí a mi habitación. Encendí la computadora de mi escritorio, dispuesta a comenzar con mi proyecto. Me inspiré en los cibernautas famosos de moda, que comienzan creando sus propios blogs y conforme aumentan sus visitas se van a cercando cada vez más al éxito. Quiñones una vez me enseñó a crear un blog, si no me equivoco, el tiene uno dedicado especialmente a los fans de Susan Boyle. ¿Quién lo diría?

Puse manos a la obra. Tenía hasta las siete para comenzar arreglarme, para salir con Armando.

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