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miércoles, 20 de julio de 2011

La encantadora de suegras (cap. V)

Parte V: Otra Vez Él

Los Aguirre tuvieron que quedarse en casa a cuidar a sus nietos puesto que los padres habían salido a cenar. Don Sergio se sentía muy mal del estómago; según comentó papá, su nuera le había contestado el teléfono y declaró que eso le ocurría por “faltarle el respeto a lo picante y abusar de lo frito”. Para las ocho y media, mis padrinos habían sido los primeros en llegar. Vivían a tan sólo tres cuadras.

-¡Qué bueno que nos llamaste, Santiago! Es muy bonito saber que te sientes ya muy bien. ¿A qué se debe la reunión?

-A su ahijada, por supuesto. Quiero que la feliciten por su ascenso en el trabajo; va a ser la jefa de todos sus compañeros, y todo en reconocimiento a su propio esfuerzo.

-¡Mi linda Vicky! ¡Felicidades, reinita!-recibí un cálido y cómodo de mi madrina, así como un cariñoso y punzante apretón en la mejilla de mi padrino. Me seguían tratando como a una niña, a mis veintisiete años de vida.  Hasta ahora no me siento segura de considerar eso como algo bueno, pero debe de serlo. Es una muestra de afecto después de todo.

El pay se hallaba aún en el horno, pero su aroma deleitaba la sala deliciosamente. La suave delicadeza de mi madre para moldear la masa, trozos de manzanas jugosas, canela y azúcar, dulce placer de la vida. Mientras tanto, tuve que acompañar a la visita; sería descortés abandonarlos.

Los cinco adultos reunidos en la sala platicábamos de asuntos del trabajo principalmente. Papá, mamá y mis padrinos me aconsejaban estrategias de liderazgo, cómo dirigirme a mis empleados, entre otras cosas. En eso sonó el timbre; habían llegado los Reyes. En lo que mi madre se paraba para revisar al pay en el horno, me dirigí a la puerta para recibirlos. La abrí.

Inquietante, excitante fue mi sorpresa al enterarme de que, en efecto, la familia Reyes había llegado a la casa. El señor, la señora, la futura nuera y el hijo más chico. Ahí estaba Armando de nuevo, desde hacía tantos años. Sentí a mi alma entera sacudirse en caída libre directo hasta la punta de mis pies, mi corazón se agitó y me robó todo el aliento, impidiéndome siquiera mencionar una palabra.

-Hola, Vicky. ¡Cómo has cambiado!-el señor Reyes me otorgó un fuerte abrazo, él también me estimaba mucho.

-Vicky, tú y yo nos vimos hace poco pero aún así me alegro mucho de verte otra vez.-la señora Lucía era todo un amor.-Es ensalada de bombón, recuerdo que a tu padre le fascinaba. Por suerte, aún no pierdo el encanto, sigue quedándome igual.-tomé el recipiente que llevaba en sus manos.

-Pasen, adelante.

Una vez dentro los señores Reyes, llegó el momento de La impactante mirada de Armando y la mía se cruzaron. Sus ojos no podrían ser más hermosos; por primera vez en mi vida los aprecié de verdad.

-Hola, Vicky. Espero que todavía me recuerdes.-sentí un calor inexplicable, una sensación de seguridad al escuchar su voz.

-Por supuesto que te recuerdo.-se acercó a mí y me besó en la mejilla, sosteniéndose delicadamente con una mano en mi hombro derecho. Fue maravilloso.

-Quiero presentarte a Sofía, es mi prometida.-entonces recordé que se me estaba prohibido maravillarme por cualquier detalle relacionado con Armando, no me quedaba ninguna esperanza. Esa mujer lo sostenía robustamente del brazo, como si tratara de impedir que una amenaza se lo arrebatara.

-Pero si ya nos hemos conocido, ¿verdad, Vic-to-ria?-no pude reconocer claramente si su tono de voz escondía un toque de sarcasmo.-Ella va a diseñar nuestro pastel de bodas, ¿no te lo comenté?

-No, para nada. ¿Es en serio? Me parece fantástico, tú tienes muy buen gusto para esas cosas.

-Gracias.-me sonrojé- ¿No gustan pasar?

-En realidad nosotros dos sólo pasamos a dejar a la doña, es decir, a la señora Lucía y al señor Francisco. Ya nos vamos, ¿verdad, amor?-Sofía jaló impacientemente del brazo de Armando.

-Linda, no tienes que ser tan grosera.-reclamó dulcemente- Me encantaría pasar a saludar a tus padres.-Sofía disimuló su disgusto con una falsa sonrisa de aprobación que solamente lograría convencer a Armando. De seguro ha de utilizarla muy a menudo, dándole una excusa más a la señora Lucía para desconfiar de su honestidad.

-Adelante, siéntanse en su casa.

Ambos me acompañaron a la sala, que quedaba a unos cuantos metros después del recibidor, para ser bienvenidos por el griterío de los adultos mayores ahí presentes, gustosos de reunirse de nuevo. Tanto mis padrinos como los Reyes habían sido frecuentemente invitados a nuestro hogar a charlar y entretenerse hace algunos años, pero desde la partida de Armando y su familia todo se volvió diferente. Además, papá comenzó con sus malestares, mis padrinos tuvieron que ocuparse de sus nietos, entre otros asuntos.

Mamá dirigió accidentalmente su mirada hacia Armando en cuanto lo sintió llegar, y no pudo contener sus gritos de emoción.

-¡Armandito, cómo has crecido!

Armando, para permitirse ir a abrazar a mi madre, soltó lentamente su brazo de la posesión de Sofía. Pude observar de reojo la expresión ofendida de esta.

-Muchas gracias, señora Esthela. Mucho gusto volver a verla.

Después de mi madre, se acercó mi madrina, quien también lo conocía desde hace mucho tiempo y le abrazó alegremente. De ahí mi padrino, con quien casi no había tenido interacción en el pasado, pero ambos se recordaban perfectamente.

-Hijo, qué bueno es verte otra vez.-fue el turno de mi padre; un tradicional apretón de manos de hombre a hombre, y un afectuoso abrazo con el mismo valor que se le estima a uno de padre a hijo. Terminado esto, papá lo tomó de los hombros.-Muchas felicidades. ¿Es ella la afortunada?

Sofía se sintió aliviada de no haber sido pasada por alto, notablemente sentía que no había recibido suficiente atención hasta entonces. Algo natural, puesto que ella aún no formaba parte de nuestra familia, es decir, “comunidad” amistosa entre familias. Esta vez fue Armando quien la sostuvo del brazo, tiernamente.

-Así es.-respondió con una seguridad muy romántica- Padres, Vicky, ustedes ya la conocen. Señores
Monroe, señor y señora Guzmán, me complazco en presentarles a mi querida Sofía, es mi prometida.
Aplausos y gritos de emoción inundaron la sala. Yo me reservé a sonreír simplemente, o por lo menos lo intenté. Traté de sentirme feliz por mi amigo.

-Ahora, lamentamos no poder quedarnos demasiado tiempo con ustedes. Sofía y yo quedamos en un compromiso.-Sofía besó súbitamente Armando en la mejilla, orgullosa de que no se hubiera olvidado de aquello o de que hubiera decidido mejor pasar la noche en ese ambiente “aburrido”.

-Adelante, no se preocupen. Qué gusto que hayan venido de todos formas.-comentó mi madre.- ¿Gustan llevarse un pedazo de pastel?

-No, gracias. En serio se nos hace tarde, lo lamento mucho señora.-era increíble la testaruda y posesiva imagen que Sofía emitía, así como lo ingenuo que Armando se comportaba al respecto.

-Con su permiso, que pasen una excelente noche.

-Buenas noches.-se despidieron los señores al unísono.

Encaminé a la pareja de nuevo hacia la puerta principal.

-¿Qué ha sido de ti, Victoria?-preguntó curioso Armando, aunque prefería que lo hubiera hecho de una forma más ansiosa, demostrándome con su interés que yo le importara lo mismo que él a mí.

-Trabajo, trabajo, trabajo y más trabajo.-bromeé al mismo tiempo en que abrí la puerta. Traté de hacer salir el poco entusiasmo que me quedaba a través de esas palabras.- ¿Qué hay de ti?

-Lo mismo que tú, supongo. Y pues, ya sabes, pronto nos casamos.-Armando, al mencionar el “nos”, abrazó cariñosamente a Sofía, quien fingió de nuevo una sonrisa carismática y lo jaló hacia fuera con la intención de abandonar la casa de una vez por todas.

-Vaya, si que has logrado mucho, Army.-hacía años que no mencionaba ese término; hacía años que no le dirigía la palabra a Armando, para ser exacta. Sentí un aire familiar, un toque de nostalgia al hacerlo. Pude ver en sus ojos que Armando también sintió algo parecido al escucharme.

-Vicky, quiero pedirte un gran favor. Sé mi madrina de bodas.-sus ojos azules y sinceros me cautivaron.-Eres mi mejor amiga.-de pronto sus palabras me cautivaron aún más.

-Por supuesto, Armando.-estuve a punto de dejar salir algunas lágrimas emotivas. ¿Cómo podría decirle que no? Lo hice sonreír… Armando sonrió gracias a mí, eso fue estupendo.

-Perfecto, ya tenemos a tu dama de honor. Creo que con una será suficiente, además Vicky y yo ya somos muy buenas amigas, ¿verdad Vicky? ¡Oh! Discúlpame, quería decir Vic-to-ria.

-No hay problema.-mentí.

-Ahora que lo recuerdo, tú y yo tenemos pendiente vernos mañana, ¿cierto? Será muy conveniente, puesto que ahora tendremos que ponernos de acuerdo con otros nuevos asuntos.-Sofía me guiñó el ojo. Tanto ella como yo recordábamos los temas a discutir que llevábamos pendientes. No por nada me decidí a actuar en calidad de espía en presencia de la señora Lucía.-

-Mañana podría pasar a mediodía, para evitarnos enredos con la dirección de mi casa, vendré por ti a este lugar.-añadió, echándole una merodeara con la vista a cada detalle de la vecindad.-¿Podemos irnos ya, amor? En serio, me muero de ganas por llegar a ese lugar, ¿a dónde me llevarás?

-Es una sorpresa que te va a encantar.-Armando la tomó de las mejillas y le habló en un tono coqueto y a la vez consentidor.

Los vi marcharse, jugueteando y secreteándose cosas al oído, en dirección al automóvil estacionado del otro lado de la calle. Armando le abrió y le cerró su puerta a Sofía. Justo antes de que él ingresara al coche, se despidió desde lejos.

-Nos vemos pronto, Vicky.

-Nos vemos pronto, Armando.-pareciera como si el traicionero viento nocturno de marzo se robara mi suspiro, el de mi despedida. Vi como aquél vehículo se alejaba lentamente de la vecindad, la vecindad en la que Armando y yo descubrimos tantas cosas juntos.

Volví a entrar en razón y recordé que los señores Reyes aún seguían dentro de la casa. Tenía en mente que Armando los había traído hasta la casa, ¿cómo irían a regresar a la suya? Observé de repente su viejo automóvil de siempre, el Charger del 70 yacía estacionado hasta el próximo espacio disponible, en la esquina de la cuadra.

De vuelta en la sala, el señor Santiago me recibió con una expresión que me resultó familiar, pero antigua a la vez.

-¡Caray, pero qué bárbara! Felicidades, muchachona, por tu ascenso en el trabajo.

-Gracias.-sentí alivio de que mis padres ya le hubieran informado a los Reyes sobre el motivo de la reunión.

Me disgusta por sí solo ser el centro de la conversación, mucho más en mi presencia.
Pasaban de las nueve. La charla, naturalmente, se llevó a cabo principalmente entre los señores, mientras yo me limitaba a permanecer sentada y escuchar. Yo siempre he sido muy tímida para hablar en grandes grupos, pero por alguna extraña razón toda mi vida he sentido mayor confianza de desenvolverme entre gente de mayor edad que la mía. Por eso disfrutaba de las reuniones de mis padres con sus amigos incluso cuando era joven, mucho más joven.

Mamá y las demás señoras platicaban sobre remedios caseros alternativos; mi madrina había asistido hace poco con una terapeuta, quien le indicó que necesitaba eliminar sus malas vibras para eliminar la ansiedad. Le recomendó un té de azahar con flor de buganvilias, que le sirvió de maravilla. Escuché con atención cada receta mencionada por ellas, sobre todo aquella de un té que supuestamente servía para acelerar el metabolismo y quemar la grasa internamente; creo que debía incluir algo de esencia de naranja y semillas de papaya.

Papá discutía con el señor Santiago y mi padrino sobre sus jubilaciones; a qué es a lo que se dedicarían el resto de sus vidas. Ninguno estaba seguro salvo por una sola cosa que tenían en común: por nada del mundo dejarían de lado su afición al billar.

-¿Y seguirás siendo así de calladita toda tu vida, Victoria? Tan linda que eres…-mi madrina recordó, a pesar de mi silencio, que yo también me encontraba presente en la sala.

-De verdad que si es muy linda. Es toda una dama.-suspiró la señora Lucía.- Mujeres como tú, ojalá así lo fueran todas hoy en día.

Sentí que la oportunidad de indagar sobre la perspectiva de la madre de Armando etiquetaba con respecto a Sofía estaba presente. Giré un poco la conversación, para acercarme más a mi objetivo.

-¿Por qué lo piensa así? ¿Cree que una mujer deba de ser callada para ser considerada como la indicada?

-No precisamente callada, más bien respetuosa, prudente, que sepa escuchar. Que no pida más de lo que esté dispuesta a otorgar, que sea sincera, como tú lo eres.

-¿Qué no puede ser una mujer indiscreta la mujer perfecta para alguien? Para ser honesta, no creo que sea posible que todas las mujeres sean tal y como usted lo menciona; todo es cuestión de personalidad. Yo soy callada, por ejemplo, pero no por tratar de convertirme en la mujer ideal para alguien, sino porque simplemente así lo soy.-eso era verdad. Daría todo por dejar de ser como era yo misma, por convertirme en una chica intrépida, aventurera, conquistadora y segura de sus ataques.

-Eso es verdad, cada quien tiene su personalidad. Pero muchas veces uno utiliza a su personalidad como excusa a la mediocridad.-interrumpió mi madrina.

-¿Alguna de ustedes acaso a conocido a alguna mujer definitivamente mediocre, con la cual simplemente no puedan llevarse bien?-hice una pregunta general, tratando de no hacerla sonar muy directa. Me tranquilizó escuchar la conversación de los hombres de fondo, lo cual significaba que ellos no ponían atención a la nuestra.

-¿Acabas de conocer tú a una, es eso?-preguntó mi madre.

-Solo quiero saber…-ideé espontáneamente una forma de llegar a mi punto.-lo que ocurre es que soy muy amiga de mi jefe, y él está saliendo con una mujer muy mala, o al menos eso es lo que yo sospecho.
Sentí tres miradas fijadoras sobre mí; no podían comprenderme, ni siquiera yo tenía idea de qué decir.

-La verdad es que, como amiga, me gustaría convencer a mi jefe de que ella no es la mujer ideal para él. No la considero a ella como una buena persona, y tampoco estoy dispuesta a convertirla en mi amiga aunque él lo sea.- tropecé al mencionar las últimas palabras. Sentí como si estuviera mintiendo, aunque en parte no lo hacía.

-Yo he sentido desconfianza también.-después de una breve pausa silenciosa, la señora Lucía comenzó a hablar, suertudamente.-Muchas veces, pero hay una reciente en particular. Volteó a verme directamente a los ojos, sin una expresión en su rostro.

-¿Cómo fue eso?

-Lo único que puedo decirte, hija mía, es que una madre vale lo mismo que una madre. Y si una madre siente que en el fondo del corazón de otra persona no hay amor, sino interés, significa que está en lo correcto.-las mejillas de la señora Lucía se tornaron rojas. Eso sucedía cada vez comenzaba a disgustarse, o a enfurecerse.

-¿Una madre?

-Por supuesto, las madres buscamos lo mejor para nuestros hijos siempre, toda la vida. Vivimos sin descanso, sin distracciones durante su desarrollo dedicándole todo nuestro esfuerzo, para que crezcan plenamente. ¿Para que luego se aparezca una intrusa y quiera destruirle todo lo que hemos construido? ¿Para volver de su vida algo miserable? ¿Para romperle el corazón? -conforme más hablaba, iba apretando aún más fuerte su dentadura.

-Vicky, ¿por qué haces tantas preguntas, hija mía?-mi madrina notó que la señora Lucía estaba alterándose por mi causa.

-Déjala, Martha. Ella lo tiene que saber de una forma u otra, y es muy madura. Puede comprenderlo perfectamente.

-Señora Lucía, ¿podría acompañarme a mi habitación, por favor? Quiero mostrarle algo…
Mamá y mi madrina quedaron atónitas al vernos salir de la sala. Aunque creo que mi conversación privada con la futura suegra de Sofía valió mucho la pena. Para ser exacta, me otorgó el honor de dar por cumplida oficialmente a mi primer misión como Encantadora.

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