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miércoles, 20 de julio de 2011

La encantadora de suegras (cap. IV)

Parte IV:

-Vicky, lindo cabello. Me voy tan sólo cuatro días, vuelvo, y  luces totalmente diferente.

-Gracias.-Rodrigo estaba ahí de nuevo, con sus comentarios que irresistiblemente me hacían sonreír. Claro, por nada del mundo volvería a sentir alguna ilusión por él, la de pasar a ser algo más que amigos. Ver a Rodrigo como posible pareja me hacía incluso llegar a odiarlo, aunque como colega no resultaba tan malo.

-¿Todo bien durante mi ausencia?

-¿En manos de quién creíste que estaban tus responsabilidades?

-Por supuesto. Te adoro, linda.

-Y yo a ti, Rodrigo.-sigo sin creer que me atreví a decir eso.

-¿En serio?

-Sí, claro. Eres el mejor jefe que he tenido en mi vida, o en esta empresa. Siempre… me apoyas.

-Es bueno escuchar eso.-ambos compartimos la misma sonrisa, y yo por lo menos llegué a percibir una sensación que jamás antes había experimentado, una muy bondadosa y placentera a la vez.
Hasta hoy me doy cuenta de que aquella sensación se trataba del valor de la amistad.

En eso apareció Clarisa la rubia en la puerta de mi oficina, Rodrigo frente al escritorio donde yo estaba sentada y dándole la espalda.

-Victoria, ¿los papeles del mes pasado se archivan en muerto o en expirado?-tan sólo al oírle, mi jefe se dio la vuelta y fijó su mirada en la testaruda de mi compañera.

-Clarisa, ¿cuántas veces tendremos que repetir esta conversación? El mes pasado se archiva en pendientes. ¡Son pendientes! Aún importan, no es archivo muerto ni expirado…

-Yo me encargaré de esto, Vicky.

Rodrigo solamente colocó el paquete de documentos sobre el escritorio, y sin voltear a verme se encaminó con Clarisa la volada hacia su estancia. Ya a lo lejos, me exclamó una instrucción.

-¡Lee eso hasta cuando estés en casa, con tus padres si es que así lo prefieres!-¿Frente a mamá y papá? ¿Qué clase de documento sería aquél?
Esa mañana fue larga, muy larga. Pero como siempre, llegó la hora del almuerzo. Mi dieta se limitaba a una manzana al mediodía, así que una vez más no me preocupe por salir de la oficina para degustar mi lonche. Me quedé en la oficina buscando mis capítulos de “Los Amoríos de Bárbara”. ¡En serio tenía que ver la escena en que el marido mata al amante y culpa a su esposa!

-Victoria…

La estú… estupenda de Clarisa me sacó un susto. Me desconcentró de la transmisión de golpe, en un horario donde se suponía que el piso donde trabajaba debería quedar vacío.

-¿Te espanté, no es así?-solté una risilla sarcástica.

-Sólo un poco, adelante. ¿Qué se te ofrece a esta hora?

-Venía a preguntarte algo. Es obvio que tú y nuestro jefe, ¿cómo se llama? Sé que es Olvera… Bueno, sé que son muy buenos amigos.

-¿Rodrigo y yo?

-Sí, exacto. Tú debes conocerlo muy bien. Bueno, quería saber si tú… considerarías… si piensas que él… que yo…
Levanté una ceja inconscientemente. Esa mujer no me había dado una seña de lo que trataba de preguntarme, pero yo sabía perfectamente qué es lo que estaba pensando.

-Quieres saber si tú le gustas a él.

-¡Sí! Ay, perdóname. ¿Te interrumpo?

-Para nada, Clarisa.-mi voz sarcástica de nuevo, espero que ella no lo haya notado.-Aunque debo advertirte que no soy nada buena para ese tipo de cosas, te aseguro que por lo menos si has logrado captar su atención. No cualquier hombre de su categoría se atreve a guiñarle el ojo a una de sus empleadas…

  -¿Me guiñó el ojo? ¿Cuándo? En la cafetería... ¡Sí! ¡Sabía que se dirigía hacia mí! Y las demás no me lo creían... “!Tu jefe guiñándote el ojo, claro!”, decían ellas.

-Felicidades, acabas de darte cuenta de que tus amigas estaban equivocadas. Y tú no.

-¡Ah! Mil gracias, Victoria.-nunca había visto a una larguirucha de su clase emocionarse con tal profundidad.- Ahora sé que puedo confiar en ti…

¿Sería necesaria otra expresión sarcástica, o simplemente dejaría morir engañada a esa pobre mujer? En el fondo no soy tan cruel, pero en sería, ver a Clarisa todos los días me llenaba el corazón de antipatía. Quizá sería porque la envidiaba. Vale la pena admitir de una vez que cometí un error al subestimar mis posibilidades de simpatía hacia Clarisa. Al fin de cuentas no es tan irritante, e incluso creo que somos lo que podría expresarse como amigas.

-Si debo de gustarle entonces, ¡porque hoy me invito a cenar!

-Felicidades de nuevo…

No supe cómo responderle. Rodrigo la invitó a cenar y ella seguía sin idea de saber si acaso le gustaba. jHasta yo misma, Victoria Guzmán me había percatado de eso! Es decir, ella tiene el físico perfecto, la voz, la forma de moverse… su torpeza en el trabajo quizá no formara parte de su perfección, pera aún así a ningún hombre le interesan esos detalles dentro de una mujer.
Bárbara era pésima en los estudios, abandonó la universidad, por eso tuvo que ganarse la vida a través de sus amantes.

Me rehusé a salir a correr esa tarde; me sentía agotada. En vez de eso, invité a mis padres a cenar al Steak House aprovechando que mi viejo se encontraba despierto y dispuesto. Sus fiebres de gravedad no podían significar otra cosa más que su definitivo agotamiento, pero gracias al cielo pronto terminaría la pesadez de su trabajo. Me encantó poder salir juntos de nuevo, desde hacía casi dos años. Vivir en la misma casa no forzosamente significaba vivir reunidos.
-¿Qué es ese sobre que traes contigo, princesa?-preguntó curioso mi padre.
-Unos papeles que me entregó mi jefe, Rodrigo. Me indicó que los leyera en su presencia.
-A ver. Sácalos, Vicky.-me incitó mi madre.
Abrí el paquete lentamente, como si aún no me sintiera lista para enterarme de lo que decían. Finalmente, los sostuve en mis manos.
-Creo que prefiero leerlos en voz bajo yo primero.
-Adelante, podemos esperar.
Reconocí el sello de la compañía, definitivamente se trataban de documentos del trabajo, nada personal. Comencé a leer para mis adentros. Al principio no entendía  por qué el administrador general Pedro Lozano, el jefe del jefe de mi jefe, se dirigía hacia el licenciado Rodrigo Olvera utilizando términos como “ascendencia”, “seguro de acomodamiento”, y “su[U1]  mano derecha”, “oportunidades”. Después me di cuenta de que, al igual que Clarisa, la respuesta a una pregunta demasiado obvia se encontraba justo enfrente de mis narices: había sido promovida de puesto.
Poco a poco fui asimilando aquella información; mis padres notaron el repentino cambio que hubo en la expresión de mi rostro.

-¿Es algo bueno, Vicky?

-Me promovieron…-mi sonrisa de oreja a oreja podía responderle directamente a mi madre.

-¡Felicidades!-al unísono exclamaron mis padres, a quienes les transmití mi gozo.

El siguiente documento fue una carta con el mismo contenido de la anterior, con la diferencia de que mi nombre se hallaba en el espacio del remitente (por lo tanto, leerla resultó mucho más emocionante).

-¿Ahora que vas a hacer, mi niña? ¿Te nos vas de la ciudad?

-Por supuesto que no, aquí me quedaré con ustedes, papi. Simplemente me nombraron jefa de los asuntos administrativos del departamento. Es el mismo puesto que el Señor Olvera, o podría decirse que me encuentro a su mismo nivel. A él simplemente lo trasladaron como supervisor.

-Significa que…

-Seré la responsable de dirigir a mis ahora empleados, ex compañeros.

-¡Pero tú siempre has hecho eso!-protestó mi madre.

-Nunca fue mi responsabilidad, creo que por eso me concedieron el trabajo.

-Por tu esfuerzo extraordinario.-mi padre alzó su copa para invitarnos a hacer un brindis con nuestros vasos llenos de té helado; se sentía el ser más orgulloso del planeta.

-¡Salud por nuestra Vicky!

Llegando a casa, llamé a Rodrigo entusiastamente cuando observé que había una llamada perdida suya en nuestro teléfono. De seguro llamó para preguntarme si ya había leído los documentos.

-Felicidades, mi querida Vicky.-así fue su contestación.

-Hola, Rodrigo. Ya puedo decirte Rodrigo, ¿verdad? ¡Muchas gracias!-yo casi lloraba de la felicidad.

-No tienes que agradecerme nada, en lo absoluto. Sabes cuán agradecido estoy y yo, y el resto de la empresa en general por tu trabajo. Te lo mereces. ¿Y tus papás como lo tomaron?

-También están felices, por supuesto.

-Sólo hace falta que asistas a la junta con el señor Lozano, quien estará aquí en unas tres semanas, para cerrar el trato y que comiences con tus nuevas funciones. Te olvidarás de los informes de servicio y los papeleos para siempre, querida. Solamente mantente igual que siempre por estos últimos días para demostrarle a Lozano tu capacidad incomparable, y listo. Será algo sencillo, nunca nos has defraudado.

Jamás me había preocupado por defraudar o no a la compañía; sencillamente, yo hacía el trabajo que me correspondía correctamente y punto. No tendría por qué agitarme durante esos días, estaba segura de que yo cumpliría con todas mis responsabilidades tal y como lo hacía diariamente. Insistí en agradecerle a Rodrigo el resto de la conversación y viceversa. Finalmente, él se despidió de mí con la justificación de que debía arreglarse para una cita. Le deseé toda la suerte del mundo para esa noche, y un hasta luego.

¡Qué bárbaro! Estaba a punto de recibir un salario mucho más caudaloso de lo común, además de que mis obligaciones serían de menor carga laboral, aunque de mayor responsabilidad y compromiso. Por otro lado, un punto primordial para mi consciente pero muy desacorde con el asunto de mi empleo, me resultaba extraño aceptar indiferentemente que uno de mis pasados amores platónicos saliera con alguien más. Aún me faltaba un poco por comprender aquello de los amigos de sexo opuesto: ¿la amistad es un sentimiento irremplazable y definitivo, o también puede ser un paso significante para llegar al amor? Porque no existe mejor relación conyugal que no surja o termine en una relación amistosa.

¿Qué tan lejos podría llevar esa cita a Rodrigo y a Clarisa? ¿Qué hay de mí? ¿Por qué siempre existe alguien que le roba la atención a quienes más me interesan a mí? Primero fue Irina, la de la preparatoria, no muy bonita, por cierto; fue novia de Christopher durante dos semestres, cuando yo pasaba más tiempo con él y ni siquiera se dio cuenta de mis virtudes a pesar de que intenté hasta lo imposible por que se fijara en mí. ¿Habrá sido porque Irina tenía una casa más bonita que la mía, y  lo admito, también se vestía mejor que yo? No fue mi culpa no haber nacido la hija del dueño del hotel más importante de la ciudad.

Lo mismo sucedió con Octavio mientras estudiábamos la carrera; nunca me atreví a dirigirle la palabra esperando que él llegara a hacerlo algún día, como siempre lo hago. No se si debí haberme acercado más a él, quizá no. Lo que más me agradaba de él era su buen humor, y tuve miedo de que mi seriedad lo ahuyentara, pero tampoco quería transmitirle una imagen falsa de mi personalidad. Después de graduarnos, Octavio se fugó con una pelirroja de la facultad de idiomas, cuyo nombre no recuerdo y ni quisiera recordar. Ernesto fue uno de mis compañeros de trabajo; a los cinco meses de que iniciara mi trabajo en la empresa, se fue a vivir a Los Ángeles para reencontrarse y casarse con su novia, una modelo que de vez en cuando aparece en las revistas que compro.

No creo que haga falta mencionar los últimos dos casos consecutivos; el de Rodrigo y la fugacidad del de Armando. Éste último sí que fue sorprendentemente patético; lo sentí como si se tratara por única vez de amor verdadero. Lo sentí en la mente, en el corazón e incluso en la boca del estómago. Después de aproximadamente quince años desde que nos conocimos, caí en cuenta de lo mucho que lo quería, de una forma especial. No comparable con la amistad que hasta hacía poco había llegado a sentir hacia Rodrigo. De un día para otro, descubrí que toda esa ilusión era incorrecta, imposible de conceder. Armando estaba a punto de casarse, de unirse en la prueba de amor absoluta que solo puede decidirse a hacer con la persona indicada. Armando se uniría con alguien más, por lo tanto, yo no era la persona indicada.

-Tenemos que celebrar tus logros, princesa.-papá salió de la cocina con una botella de whisky añeja pero sin abrir.- Creo que es necesario que brindemos, esta vez de verdad. Y también necesitamos asistentes que brinden con nosotros, hay que compartir esta celebración. ¿Te molesta si invito a unos amigos?

-Papi, no es para tanto…

-Sí lo es hija.

Papá me cautivó de nuevo con su tierna mirada. Comprendí lo mucho que mi padre se desesperaba por festejar algo, lo que fuera. Hacía meses o años desde que no celebraba en grande, a causa de sus malestares no podía pasar tanto tiempo fuera de la cama. Pero últimamente se mostraba muy fuerte y enérgico, ansioso de divertirse de nuevo como nunca antes. Tanto tiempo sin ver a sus amigos, sin disfrutar del licor en compañía. Y vaya que le encanta hacer eso hasta la fecha.

-Está bien, llama a tus compadres.-le entregué el teléfono que hasta entonces seguía en mis manos. Su sonrisa se extendiendo pícaramente.

-¡Esthela! ¡Ve preparando algo de botana que habrá un fiestón en casa!-ordenó a mi madre.

-¿A quiénes invitarás?

-Dado que el motivo de celebración es exclusivamente tuyo, solamente a personajes que te conozcan, por supuesto. A tus padrinos, a los Aguirre, a Don Sergio y a los Reyes. Sólo a ellos, te lo prometo.

-Sí te creo.

-Créele, porque sabe bien que si se arma alboroto en la casa las dos nos encargamos de imponer el orden inmediatamente.-exclamó mamá desde la cocina.

-Esthelita, tú sabes que soy un buen hombre y que sé comportarme. A mis amigos del billar no los invité; ni a los del casino.

-Seguro que lo eres. ¿Qué prefieres, rosca envinada o de tres leches? ¡Para qué pregunto! Espero que aún quede algo de tinto en la alacena…

-Ya no hay,  acabo de buscarlo pero solo queda vodka, whisky y ron. Mejor prepara un pay de manzana. Permíteme, ya van a contestarme. ¿Habla el señor Vicente? ¡Chente, eres tú, compadre! ¿Qué ha sido de ti?...

Fui preparándome psicológicamente para recibir felicitaciones y escuchar conversaciones de antigüedad por las siguientes seis horas. Lo más probable era que los jubilados y vecinos amigos de mi padre  pudieran llegar a la casa esa misma tarde. ¿De qué hablarían esta vez, si no fuera de la andropausia o de las ocurrencias de sus nietos? Ese siempre ha sido un buen tema de conversación entre los mayores aunque no todos ya se hayan convertido en abuelos, como mis padres o los de Armando.

Me pareció excelente que papa decidiera en invitar a los Reyes aquella noche. Sería el momento preciso para ponerme al tanto de la vida de Armando con Sofía. Tal vez llegara a tener una oportunidad de descubrir asimismo cómo era exactamente la relación de la señora Lucía con su nuera. Necesitaría mucha información, sobre lo que la señora estimaba encontrar en la esposa de su hijo y lo que tanto desdichaba de ella. Eso me serviría saberlo, para al día siguiente comentarle a Sofía todos los detalles, las claves que la conviertan en la mujer perfecta para Armando ante los ojos de su suegra.

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