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miércoles, 20 de julio de 2011

La encantadora de suegras (cap. VII)

Parte VII: Irresistiblemente adorable

Corría por una hermosa pradera de la mano del amor de mi vida. Mi hora favorita del día, un precioso atardecer coloreaba el fondo del universo detrás del horizonte. Mi canción preferida expandiéndose por la atmósfera, Te Quiero de los Hombres G. De repente toda la magia se vio interrumpida por el fastidioso estruendo de mi despertador. ¿Por qué es necesario despertarse en el momento más culminante de los sueños? ¡Estaba a punto de recibir un beso! ¿No podría haber sucedido eso antes de que dieran exactamente las seis en punto?

En fin, otro maravilloso lunes estaba por comenzar. Una vez lista para salir de casa, como lo hago diariamente, tomé mi muy invaluable agenda para repasar todos mis deberes del día. Primero: entregar los documentos tramitados a mi jefe (próximamente compañero de nivel), después acabar con el papeleo correspondiente a las finanzas del mes siguiente, salir a correr, felicitar por teléfono a mi tía Elena por su cumpleaños, y algo muy importante: verme a las siete en punto en el Café de la Flor con Natasha, para atender su “caso”.

De cierta forma, la idea de interactuar con una señora desconocida para influir en su vida personal me resultaba algo extraño, pero a la vez excitante. Es decir, algo fuera de lo común. Además, me ganaría la atención y el reconocimiento de nuevas amigas.

Eran aproximadamente las diez y media de la mañana, cuando inesperadamente mi artificialmente rubia compañera de departamento pidió permiso para ingresar a mi oficina, cuya puerta siempre se mantiene abierta por motivos reglamentarios. Desde que llegué al trabajo noté a Clarisa demasiado tensa, aunque nunca imaginé que sería capaz de llegar a mi oficina de esa manera, como desesperada por recibir mi ayuda. Accedí a que pasara.

-¿Qué sucede, compañera Clarisa? ¿Puedo ayudarle en algo?

-Es sobre Rodrigo…-no me sorprendió para nada que a él se debiera su estado de ánimo. ¿Pero no debería de sentirse contenta después de tener una cita con el galán más codiciado del edificio?

-¿Algo malo?

-Es lo que quisiera saber… Victoria, tú lo conoces. Dime la verdad, ¿es normal que después de pasar una noche juntos,  no se molesté en llamarme o preguntarme cómo me encuentro? Esta mañana pasó el por mi cubículo, como si nada hubiera sucedido…

Medité por unos cuantos segundos. Rodrigo nunca se había portado grosero conmigo; por supuesto que jamás me había invitado a pasar una noche con él, pero aún así no tenía motivos para ignorar a Clarisa de esa forma. Después de todo, él se interesó por ella en un principio.

-No sabré decirte. No lo conocía de esa manera, pero muy probablemente no fue su intención dejarte pasar desapercibida.

-¿Tú lo crees así?-los ojos de Clarisa recobraron un poco de brillo al oír mis palabras. ¿Desde cuándo confiaría tanto en mí?

-Es un caballero, de eso no hay duda.

-Victoria, quiero saber algo.-aprecié su detalle de no referirse a mí como Vicky.- ¿Alguna vez te has enamorado de Rodrigo?

Sentí un espasmo subir por mi estómago, directo a mi pecho. ¡Pero qué pregunta era aquella! Tuve necesidad de contarle la verdad, siempre la había tenido. Uno no puede guardar sus sentimientos para sí mismo por tanto tiempo, aunque se hubieran ya convertido en cenizas y dejado en el olvido. Me cercioré de que la chusma del departamento se encontrara alejada del área, y tras un profundo respiro confié uno de mis más grandes secretos a Clarisa, la plástica.

-Sí, lo he hecho.

-¿En serio?- se sorprendió más de lo que esperaba. Por un instante pensé en que había llegado a descubrirme porque mis emociones no habían sido del todo discretas.

-Sí. Así lo es.-admití con la mirada baja, fija en la pila de documentos por sellar.

-Nunca lo hubiera sabido, simplemente fue algo que se me ocurrió preguntarte. ¿Aún lo amas?

-No, para nada.-contesté entre risas. Eso era cierto; la verdad no me sentía enamorada de nadie en ese momento. No por ello sin ganas de caer de nuevo en las trampas del amor, o más bien, hacer que alguien más cayera en mi propia trampa.

-Qué bien, porque ¿sabes algo? Creo que yo lo amo… se portó tan lindo conmigo este viernes que, quisiera repetirlo todas las noches.-mencionó, con la mente flotando sobre las nubes. Después de un rato volvió lentamente a la tierra, y continuó.-Muchas gracias por todo. Creo que todo será cuestión de esperar, y pronto volverá a dirigirme la palabra. Ya no te interrumpo…

Muy a sus anchas, Clarisa estaba en marcha de abandonar mi oficina.

-Me parece perfecto. Sólo una cosa por favor,-volteó hacia mí de nuevo.- ordena tu papeleo, debo comenzar a trabajar con lo del mes de abril.-hice una pausa.- Algo más, por lo que más quieras no cuentes nada sobre lo que yo te mencioné. Mucho menos a Rodrigo, o a cualquiera del edificio.

-No te preocupes.-Clarisa me regaló una sonrisa amistosa antes de abandonar mi oficina. Fue algo insólito, y agradable a la vez. Aunque eso no le quitaba para nada lo torpe y testaruda. ¿Habré hecho mal en confesarle mi secreto?

Después del almuerzo me dirigí a la oficina de mi jefe. Rodrigo, resplandeciente de apuesto como siempre, hacia una de sus llamadas importantes que no deben ser interrumpidas. Esperé a que la terminara aproximadamente tres minutos, y me puse al tanto de las operaciones de otros departamentos al oír su conversación. Rodrigo me había explicado anteriormente que mientras se tratara de una llamada relacionada con el trabajo, yo me encontraba en libertad de escucharla detalladamente. Al colgar él su teléfono, fui yo quien inició la conversación.

-¿Así que el departamento necesita entregar urgentemente los reportes debido a las fallas técnicas del sector?

-Precisamente. Pero te aseguro que esas fallas desaparecerán por completo en cuanto tú te conviertas en jefa administradora.-aseguró muy sonriente.

-Gracias, es así como yo planeo que sucedan las cosas.-eso era algo muy cierto.- Por ahora, te informo que están completos los documentos.-mismos que coloqué sobre su escritorio.

-Eso está de maravilla. Como siempre, preciosa.-Rodrigo se puso de pie y me tomó del rostro para darme un beso en la mejilla. De haber sucedido semejante acto con dos semanas de anterioridad, hubiera significado un gran motivo para desmayarme de la emoción. Sin embargo, después de escuchar el testimonio de Clarisa, lo sentí casi como una falta de respeto. Intenté ignorar todo pensamiento que apareciera por mi mente, no sabía que especular al respecto.

El resto de mi estancia en el trabajo lo dediqué en concentrarme para el asunto de Natasha con su suegra. Sabía llevarme bien con la mayoría de las personas mayores, pero ¿qué tal si ésta señora resultaba ser totalmente diferente, gruñona, o peligrosa? Rumbo al parque medité las palabras adecuadas para dirigirme a ella. El plan consistía en encontrarme “casualmente” con Natasha en el café, fingir que fuimos compañeras de la primaria, y presentarme a su suegra como si nada. “Mucho gusto, señora.” Después, ella inventaría algún pretexto “imprevisto” para abandonarnos, y es entonces cuando yo debía ponerme en acción.

Podría considerarse también a aquella como mi primera misión, puesto que ya conocía perfectamente a la señora Sofía y no tuve que comenzar con una ambientación o dinámica rompe-hielo. ¡Oh, aún recuerdo aquella vez! Cada vez que recapitulo esos momentos un aire de gracia invade mi entorno; es divertido renombrar aquellos días, en los que aún no comprendía ciertas cosas.

En fin, Sofía no apareció esta tarde en el parque. Creo que incluso llegué a lucirme frente a las demás personas ejercitándose; esta vez fui yo la corredora más veloz e incluso rompí mi tiempo récord de las quince vueltas. Algo conveniente para regresar a casa antes de lo normal y arreglarme lo suficiente antes de mi cita. Recibí una llamada de Natasha camino al café, y le confirmé que no tardaría en llegar.

Con un atuendo sensato, casual y semi-moderno, ingresé al establecimiento. Busqué con la mirada a aquella mujer morena de piernas largas, pero ella me encontró primero.

-¡Vicky, pero qué sorpresa verte aquí!-gritó desde su mesa. La verdad no sentí necesidad de exagerar la impresión, pero ella así lo hizo.

-Hola, Natasha. ¿Cómo has estado?-su novio se hallaba sentado del lado opuesto a ella, de lado de una señora a quien automáticamente identifiqué como mi objetivo.

-Muy bien. Quiero presentarte a dos personitas; él es Tavo, mi novio.-mencionó casi a susurros las últimas dos palabras, tratando de no hacer enfurecer aún más a la otra presente.- Y ella es su madre, la señora Conchita.

Tavo no era precisamente más bajo que Natasha, y tampoco menos moreno. A mi parecer, no resultaba del todo guapo. Su cabello, podría decirse que no lo tenía. Casi completamente rapado, de vestimenta deportiva y poco presentable, pero actitud amistosa. Estrechó mi mano con gusto después de que su novia me introdujera a ellos, al contrario de Conchita, quien se limitó a dirigirme un seco y roñoso “mucho gusto”. Me preocupé un poco por mi futura interacción con ella, ¡parecía una señora del todo complicada!

-¿Gustas sentarte con nosotros, Natasha? En serio…

Presentí que eso haría sonar muy obvia la situación, así que improvisé un poco.

-Si te refieres a que este es buen momento para discutir sobre los últimos detalles del vestido, me parece que sí.-eché un vistazo rápido a Conchita; afortunadamente no le prestaba atención a nosotras, se veía muy concentrada en el menú.- Sólo pasé a comprar un… café latte.-otro producto de mi improvisación.

-Excelente, porque estamos a punto de ordenar también nosotros, ¿verdad Tavo?-Natasha hizo ademán para que que me sentara a su lado, en la silla vacía.

-Sí, qué coincidencia que llegaras a esta hora.-supuse, por la complicidad de su expresión, que Tavo también formaba parte de nuestro complot. En efecto, posteriormente me enteré de que él se encargó de invitarlas a ambas al café esa misma tarde, después de que Natasha le explicara nuestro plan.

Ordenamos todos al mesero algo de beber; de ahí, en los siguientes veinte minutos reinó el silencio. De vez en cuando Natasha y yo nos ideábamos comentarios sobre nuestros vestidos: que si la tela sería adecuada, si debiéramos elegir tacones del mismo tono, entre otras cosas. La verdad que sí fue necesario discutir al respecto después de todo. Tavo le dirigió la palabra en tres o cuatro ocasiones, para hacerle comentarios sobre el clima, el sabor y el aroma del café, o asuntos de familia. En eso, Natasha vio una oportunidad de escabullirse junto a su novio.

-Tavo, no estoy segura de haber apagado la estufa.-creo que pudo haber ideado algo mejor, pero Conchita se mantenía indiferente.

-¿Cuál estufa…? ¡Oh, sí! La estufa…-Tavo reaccionó al tiempo para ponerse al corriente de la simulación.

-Más vale que vayamos a revisarla, no quiero que suceda un accidente… ¡mucho, mucho menos en la casa de tu madre!-su tono se oyó tan lambiscón que llegué a comprender los sentimientos de su suegra.- Acompáñame, ¿quieres?

-Ve tú sola, si sabes conducir perfectamente.-habló por fin la señora Conchita.-Gustavo puede quedarse aquí si quiere…

-Voy a acompañarla, mamá. Así me aseguro de que no se dirija a otra parte.-le guiñó un ojo con gesto burlón.

-Lo lamento mucho, Vicky. ¿Te importa si te quedas con Conchita por unos cuantos minutos? No tardaremos, la casa queda muy cerca de aquí.

-No te preocupes, está bien.-la pareja se retiró del local, sin más que decir.

Quedé frente a frente con la señora Conchita. Sorprendentemente, su gesto se relajó una vez que Natasha se había esfumado. Prefería encontrarse frente a frente con una extraña que con su nuera.

-¿Es siempre así de imprudente?

-¿Discúlpeme?-aquella señora no podía guardarse sus comentarios para nada, ¿sería acaso eso?

-Te dejó sola, después de invitarte a tomar asiento. Yo sigo aquí, a mí también me han dejado sola. Mi hijo le sigue la corriente… eso me disgusta.-empezamos por muy buen camino después de todo; ella entró en el punto de conversación por sí sola.

-Bueno, Natasha ha sido así desde que la conozco.-mentí en un cincuenta por ciento.

-Pero hace mal.-la voz de Conchita era rasposa, pero no necesariamente furiosa. Tendía a malinterpretarse.-Ahora mi hijo también hace mal, por seguirle la corriente.

-Eso puede ser cierto.-recordé que la señora Lucía también había mencionado algo al respecto. Las madres se sulfuran al enterarse de que sus retoños dejan de actuar por sí mismos, de que pierden su autonomía por obra de una mala influencia.- Pero no forzosamente del todo.

-¿Cómo que no? Yo conozco a mi hijo…

-Me refiero a que tal vez usted se encuentre malinterpretando los hechos. ¿Se encuentra usted presente cada vez que su hijo y Natasha están juntos?

-No…

-Entonces no conoce la manera en que ellos dos se relacionan. No se preocupe por su hijo, él no le sigue la corriente a nadie. Por algún motivo ha decidido compartir su vida con Natasha, vive feliz con ella. Si nota usted que ha optado por comportamientos fuera de lo común, le aseguro que todo forma parte de su relación, no precisamente de su persona.-tomé un sorbo de mi bebida, orgullosa de mis propias palabras.

-¿Quieres que me ponga a pensar que Gustavo sigue comportándose igual que siempre, cuando está claro que no es así?

-Exactamente. Mírelo de esta forma: Tavo tuvo que retirarse porque su novia también debió hacerlo. No debió dejarla ir sola. Sé que usted también debería formar parte de sus prioridades, y créame que sí lo es. Por algún motivo se encuentra usted en este lugar, ¿no es así?

-Nunca me había invitado a salir, no los tres juntos.

-¿Lo ve? Quiere demostrarle que en verdad forma parte de su vida. Tal como él forma parte de la suya, por supuesto. Con la diferencia de que Gustavo pronto deberá comenzar su propio camino…

-¿Pero por qué junto a esa mujer? ¡Es una inculta sin modales!

Inspeccioné la imagen de Conchita. Se encontraba definitivamente en la tercera edad, y quizá pudo heredarle a su hijo su oscuro tono de piel, aunque no precisamente su altura. Mi madre es incluso un poco más alta que ella. Su rizado y corto cabello casi llegaba completamente a la tonalidad blanca, símbolo de la madurez para algunas personas. Sin embargo, su atuendo no lucía menos moderno que el mío, muy deportivo, al igual que el de su hijo.

-No debe ser tan inculta. Fuimos juntas a la primaria, y recuerdo que siempre obtenía las mejores calificaciones.-mordí mi lengua.

-¿De verdad? ¡Quién lo creería! Debió de habérsele quitado lo sabihonda desde entonces…

-En realidad, no. Natasha tiene mucho interés por ciertas ramas.-recordé el término de “cetácea”.- Como la zoología, quiero decir, sabe mucho sobre la vida animal.

-¿Animal? Eso sí no me sorprende… su reputación no es muy limpia como lo parece.
Me sorprendió que fueras amiga suya, desde que nos presentó supe que resultarías muy buena persona. Aunque algo terca… no dejas de insistir en que debo de tolerar a Natasha en mi vida, ¿no es eso lo que planeas?

¡Oh Dios mío! Conchita, ¿se abría enfadado conmigo? ¿De qué otra manera podría haber disimulado mis intenciones?

-Solamente le comento lo que es más conveniente. Si su hijo desea vivir con su hija, repito, es porque ambos son felices juntos. Su hijo debe ser lo suficientemente inteligente como para no dejarse manipular, en todo caso.

-Tienes razón. Simplemente, insisto en que Natasha no es la mujer precisa con la que esperaría ver a mi Gustavo.-la voz de Conchita se quebró en un suspiro de leve decepción.- Su carrera como ingeniero pudo haber continuado… pero prefirió quedarse con ella.

-Dígame, ¿su carrera fue en realidad una prioridad en su vida? Tal vez, independientemente de que Natasha hubiera entrado o no en su vida, Gustavo preferiría no seguir con la ingeniería puesto que eso no lo hacía del todo feliz.

-En realidad, eso es.-suspiró aún más profundamente.-Jamás comprendí por completo los intereses de mi hijo. La mayoría de las ocasiones me ha defraudado…

-Usted no se hubiera defraudado tanto si dejara de visualizar tanto el destino de su hijo a su propio gusto. Cada quien tiene la oportunidad de elegir su camino.

-¿Por qué estoy discutiendo esto contigo?-me sentí orgullosa de por lo menos hacer sonreír a una señora que al principio parecía estar en contra del mundo entero.- ¿Por qué has podido hacerme cambiar, haciendo parecer que todo este tiempo he actuado como una mala madre sin interés por los ideales de mi propio hijo?

-Porque soy una especialista en estos casos,-o muy pronto me convertiría en ello.-créame.

 Continuamos conversando por unos quince minutos, esta vez acerca de artistas y bandas del pasado. Coincidentemente, mi madre compartía con ella casi todos sus gustos musicales. Desde chica he escuchado la extensa colección de baladas románticas de los años setenta que mi madre ha guardado como su más grande tesoro, conozco la letra de cada canción de corrido y de reversa. Incluso reconozco la voz y el estilo de cada vocalista. Conchita y yo disfrutamos de esos momentos como si fuéramos amigas desde hacía tiempo, y de la misma edad. Ella un poco más rejuvenecida, mientras yo, por supuesto, unas cuantas décadas más adelantada de lo verdadero.

Natasha y su novio volvieron mucho tiempo después de que mi misión estuviera concluida. No fue necesaria tanta conversación para completar el objetivo. Fue así como descubrí que mi don como Encantadora de Suegras no se debía solamente a mi arte de persuasión, sino a la atmósfera, a la vibra que le transmitía a las señoras mayores para hacerlas entrar en confianza. Les resultaba, en pocas palabras, irresistiblemente adorable. Y no puedo negarlo.

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