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miércoles, 20 de julio de 2011

La encantadora de suegras (cap. IX)

Parte IX: Escape

Sofía recibió abrazos y felicitaciones de todas las invitadas que se aproximaron a la entrada para recibirla. Sofía parecía verdaderamente popular,  provocaba el furor de tantas personas con tan sólo mostrar su presencia. Para ser exacta, todo mundo se puso de pie a excepción de nosotras. Luisa, Hilda y Penélope no se mostraron demasiado entusiasmadas como el resto, y siendo yo prácticamente una desconocida dentro del ambiente, decidí permanecer sentada con ellas.

La música cada vez aumentaba más de intensidad, los meseros comenzaron a trasladarse de mesa en mesa con mayor frecuencia. Luisa había pedido una margarita, Penélope una cerveza; Hilda definitivamente no pediría nada de tomar en toda la noche, y yo disfrutaba de una piña colada que superaba mi gusto ordinario de concentración de licor. Natasha, Ceci y la festejada conversaban  a lo lejos con otras chicas. De vez en cuando sus carcajadas llegaban a escucharse hasta nuestro lugar.

Sofía se veía espectacular, perfecta, divina como una diosa. Si de esa forma acostumbraba arreglarse para salir con sus amigas (porque esa había sido su intención al no saber que sería recibida con una fiesta sorpresa), ¿cómo no luciría al acudir a una cita? Recordé aquella vez en la que visitó mi casa, para después irse a pasar la noche con Armando; no se había arreglado así de guapa como ahora para esa ocasión. ¿Habría sido porque trataba de seguir mi consejo, querría proyectar una “imagen de seriedad” en presencia de la señora Lucía?

-¿De dónde consiguieron tanto dinero para invertirle a esta fiesta?- Luisa tuvo esa curiosidad y la aprovechó para incitar una conversación.


-Tavo puso gran parte de ello, y pidió un préstamo para completar lo que le hacía falta. Nada extraño.-contestó Penélope, con ironía.

¿Así que el novio de Natasha se encargó de financiar una despedida de soltera que ella misma se encargó de organizar? ¡Qué descaro!

-¿Pero cómo es eso posible?-interrumpí.

-Vicky, Natasha siempre es así, la conozco desde siempre.-Penélope sí tenía la autoridad para juzgar a Natasha, no yo que mintió con haberla conocido desde la escuela. ¿Le habré asegurado a Conchita algo que definitivamente no era cierto?

-¿Significa que Natasha sólo se interesa en el dinero de Tavo?-Luisa también adoptó la actitud irónica.

-No lo dudes. Ella y Sofía nunca han sido mucho de fiar, ¿estás de acuerdo?

-Sí lo estoy. No malinterpretes lo atenta que soy con ellas, yo solamente vine aquí para no quedar mal con nadie. Si Sofía no viene a saludarme, no te preocupes, yo tampoco voy a ir a saludarla a ella. ¡Que le ruegue el que la quiera!

-Tienes toda la razón, yo pienso lo mismo. Lo siento, Hilda. No quería ofender a tu prima.

-Está bien, no hay de qué preocuparse. Sofía siempre ha sido de esa manera, superficial.

-E hipócrita…-admitió Luisa.

Yo no quise creer lo que mis oídos estaban escuchando. Sofía no podía tener tan malas intenciones como lo describían en ese momento, no la mujer de la que el hombre más bondadoso que había conocido en mi vida se había enamorado.

-¿Es en serio que Natasha y Sofía se comporten tan mal? Yo seré madrina de la boda, por parte de Armando, y tal vez acabo de conocerlas, pero…

-Pero entonces te has hecho de una mala impresión. No niego que en sus buenos ratos ellas sean verdaderamente agradables, simpáticas, todo lo que quieras. Solamente no les tomes demasiada confianza, por nada del mundo. Sobre todo los hombres, ellos son precisamente los que deben de tener absoluto cuidado con ellas.-Luisa parecía estar segura de lo que decía, ¿pero qué tal si no lo estaba? Había esperanzas de que Sofía (y Natasha) cambiaran de rumbo su vida, de que adoptaran una actitud diferente.

-No deberíamos continuar con el tema, se supone que estamos aquí para pasarla bien.-Penélope trató de evadir el tema.

El mesero pasó de nuevo a nuestra mesa. Hilda rompió mis expectativas al ordenar un coctel con coñac. Luisa pidió otra margarita, Penélope  una botella más de la misma cerveza con un vaso de hielo a parte, y yo de nuevo una piña colada. Mi estómago y mente comenzaron a torcerse al darme cuenta de lo rápido que había acabado con el primer vaso.

-Yo fui invitada a este evento por Cecilia.-contó Hilda.-La conocí hace unas semanas, el día de su prueba de manejo, yo me encargo de conferir licencias para conducir en la delegación. Por mi apellido, Rubalcaba, ella descubrió  que Sofía y yo somos primas.
Por suerte te conozco a ti, Luisa. Tal hecho me evitó quedarme sola esta noche, que no conocía a ninguna otra persona presente.

-Se ve que Cecilia es muy agradable.-comenté.

-Podría decirse que es la criatura menos peligrosa aún estando fuera de su jaula.-bromeó Luisa, simultáneamente regresó el mesero con nuestras órdenes.

-¡Lo que no logro comprender es cómo se les ocurre organizar una despedida como en noche de trabajo!

-El martes es el único día disponible para Tony.-Penélope meditó sus palabras por unos cuantos segundos, y después se colapsó a carcajadas. Luisa le siguió la corriente. Yo quería comprender el porqué de su gracia.

-¿Quién es Tony?

-El bailador…-su risotada aumentó a más no poder. Luisa perdió el aire, Penélope tampoco podía respirar.

-¡¿Contraron a un… bailador de striptease?!-Hilda se había atemorizado aún más que yo ante la idea, incluso dejó de lado a su bebida.

-Obvio mujer, es una despedida de soltera.

-Sí Luisa, pero pudiste haberme informado con anticipación. ¡Qué bochornoso será presenciar semejante acto!

-Tú tranquila, no va a acercarse nadie a nosotras.-Luisa no paraba de reír, apenas podía hablar.

Volteé a mis espaldas para localizar a Sofía, a quien aún no había felicitado. Sin apreciar un solo rastro de ella, sólo pude observar el panorama. Eran aproximadamente las ocho y media, sin embargo la mitad del salón ya parecía haber caído en trance: el alcohol transitando a través de sus nervios e incitando a sus hormonas. La música prometía una noche larga a través de su profeta, un ingenioso DJ.

-Pónganse cómodas, chicas. ¡Porque Tony El Rompecorazones está a punto de presentarse, y viene directo a romperles el corazón a cada una de ustedes!-se escuchó el anuncio a través de las bocinas, seguido de una tradicional pista musical que indicaba que el espectáculo estaba por comenzar. Un grito de emoción incontrolada se expandió por la atmósfera, muchas mujeres alocadas. Luisa y Penélope simplemente respondieron con las mismas carcajadas de antes.

Preví que me resultaría muy incómodo permanecer demasiado cerca del escenario, así que utilicé el pretexto de que necesitaba ir al baño. Habiendo solamente mujeres presentes (salvo meseros, el DJ, y Tony el bailador), no hubiera requerido quien me acompañara, pero si Hilda así lo hubiera deseado podría seguirme. Y no lo hizo.

Caminé lo más rápido posible hacia el tocador, cubriéndome la vista de cualquier escena indeseada. No quería presenciar ninguna entrada triunfante. Una vez dentro, me relajé. Lavé mis manos sin levantar la vista para simular frente a la mujer de mi lado que no me encontraba ahí presente por timidez al espectáculo, a pesar de que se mostraba indiferente de mis acciones.

En eso me di cuenta de que mi vecina se trataba nada menos que de Sofía. Arreglaba sensualmente su cabellera suelta, con la mirada fija en su propio reflejo. En ese instante comprendí por primera vez el significado de la vanidad, cuando es justo deslumbrarse por una belleza verdadera.

-Hola, Sofía.-sus ojos se desviaron hacia mi reflejo, incomparable al suyo. Me dirigió la misma sonrisa pícara de siempre.

-Vic-to-ria, no creí que llegaría verte aquí. Me sorprendiste. ¿No te estás perdiendo del show?

-No, no. Yo en realidad no quería ver el show…-admití.

-Yo tampoco, y temó que muy pronto me hagan llamar para subirme al escenario.-respondió Sofía con humillación.-Nunca imaginé que me organizarían una despedida como esta, no la quiero.

Me sentí aliviada. Al parecer, Sofía había optado por el “buen camino”. No sería capaz de romperle el corazón a Armando;  no sería capaz de deshonrar a su futura familia embriagándose hasta perder la conciencia y comenzar a hacer locuras. Tampoco sería capaz de serle infiel con un bailador de tercera.

-Así que creo que es momento de que me marche de aquí, ¿me acompañarías?

-¡Pero es tu fiesta! Natasha y Cecilia la hicieron para ti. ¿Te irás así como así?

-Claro. Ellas sólo buscan pretextos para armar una pachanga, y nunca desaprovechan ninguno. Ya están muy pasadas de copa como para darse cuenta de que desaparecí. No van a molestarse, tampoco las voy a lastimar. Así nos llevamos las unas y las otras.

Sonará extraño, incluso a mi me parece extraño hoy en día, pero la idea de contar con amigas a quienes poderle cometer insolencias, sin resultar en problemas, me sonó fascinante.

-¿A dónde piensas que iremos ahora?

-No lo sé, Vic-to-ria. Tú acompáñame.

Salimos del tocador, incluso abandonamos al salón fantasías. Desde fuera se llegaba a escuchar al DJ solicitando a la festejada pasar al escenario.

-¿Qué fue lo que te dije?-mencionó mientras subíamos a su lujoso automóvil convertible.- ¡Eso es nefastamente clásico! Nunca desees un espectáculo como ese en tu propia despedida de soltera.

Sofía logró hacerme reír con su comentario. Sospeché que pasaría un buen rato con ella. Ninguna de las dos accedimos a ponernos el cinturón de seguridad, para no perder el estilo, supongo.

-Por cierto, ¿te gusta mi auto? Regalo anticipado de bodas, de parte de mi Armando…-arrancó a toda velocidad, en dirección a un destino desconocido para mí.

-¿Así que ya conociste a las santurronas?

-Disculpa, ¿a quiénes?-creí haber escuchado mal a Sofía, quizá por culpa del sonido del aire impactándose con la fugacidad del automóvil.

-A Luisa, Penélope y mi prima, ¡las santurronas! ¿Te agradaron?

-Pues…-¿qué podría responderle, si me parecieron muy agradables pero no quería que me considerara a mi también como una santurrona?

-Son buenas personas, eso es verdad. Pero en lo personal yo prefiero… a la gente inmadura, ¿entiendes? Una vez que eres dueña de tu propia vida, puedes acercarte a quien tú quieras, porque sabes que ya nadie va a echarte a perder tu futuro…

Sofía se consideraba dueña de su propia vida en ese momento. ¿Cómo no iba a hacerlo, si estaba comprometida con Armando? Ya tenía más que garantizado su futuro.

-Además, ¡mezclarse entre los inmaduros es lo más divertido del mundo! ¿No crees? Aunque claro, hay todo tipo de inmadurez.-Sofía se pasó un alto, yo tuve que contener mis nervios.- ¿Viste a todas esas chicas en la fiesta? Ellas sí que son inmaduras, pero al estilo aburrido… la verdad todas llegan a aburrirme muchas veces, pero son mis amigas, de eso se trata. Para divertirme, están mis amigos…

Ahora un semáforo en rojo. Mi estómago sintió un espasmo, las piñas coladas  fueron subiéndose poco a poco a mi cabeza. Por suerte, las calles se encontraban solitarias, ni un rastro de vehículo ajeno. ¿A dónde me llevaría Sofía? ¿A visitar a sus “amigos”?

-En serio quisiera saber a dónde nos dirigimos… ¿se puede?

-Nos dirigimos, querida Vic-to-ria, a un lugar que te maravillará. ¿Has escuchado del Éxtasis? Hoy lo vas a conocer.

-No, nunca lo he escuchado…-esperé que Sofía no estuviera refiriéndose al doping.

-¡Qué bien! No es un antro muy sonado, pero está buenísimo. Y todas las noches hay buffet de galanes, por si deseas saciar tu apetito.-me guiñó un ojo.

En parte, el antro me pareció una brillante idea; sí que me encontraba hambrienta. En cambio, yo no tenía ninguna experiencia en salir de noche, bailar con desconocidos, o disfrutar de un trago en frente de los “caballeros”. Además, ¿qué estaría tramando Sofía hacer en aquél lugar? Se suponía que estaba comprometida, ¡con Armando!

-Hemos llegado.-Sofía estacionó su exquisito regalo de bodas con estilo.

El lugar se veía totalmente casual, nada llamativo por fuera. Sin ventanas y una sola puerta, edificio de un solo nivel.

-Es martes, por eso no se hace demasiada fila para entrar. Cuando vengas en fin de semana, dile al guardia que vienes de mi parte. Te dejará pasar.

-¿Cliente distinguida?

-Ex empleada. No daré más explicaciones.-sin verme a los ojos tomó la delantera. Saludo al velador de la entrada, como si se conocieran de siempre. Su nombre era Geraldo.

Por dentro, el Éxtasis sí que lucía fantástico. Iluminado con luces de neón, azules, moradas y fucsias, sin contar las de la pista de baile, en el suelo y el techo. Definitivamente, aquél era un lugar especial para bailar, menos destinado a la bebida que el bar Los Ángeles. La música se escuchaba excelente, a un volumen nada molesto. Excelente para conversar sin necesidad de un megáfono, pero lo suficiente para comenzar a sentir la invasión del ritmo. Algo más tropical, reggaetón, zumbaba desde las bocinas, las ondas musicales propagándose por la atmósfera hasta inducirse a todo cuerpo presente, incitándolo a bailar.

¿Galanes? ¡Por supuesto que los había! Nunca me había encontrado en un espacio donde los hombres superaran la cantidad de mujeres presentes, salvo las aburridas conferencias que nos daba el administrador del departamento en el edificio de la corporación, pero ninguno de los trabajadores se podría comparar con alguno de aquellos apuestos chicos, esperando a salir a bailar en la barra.

-Aquí no se les cobra a las mujeres bonitas. ¿Te diste cuenta de que tú y yo entramos gratis? Significa que te ira muy bien esta noche.

Me sonrojé un poco por el comentario de Sofía. Ojalá estuviera diciendo la verdad. Sólo quería asegurarme de algo…

-¿Qué es lo que planeas que hagamos? ¿Tanto tú como yo?

-No te preocupes, Vic-to-ria. Sé hasta dónde llegar, tranquila. Armando no va a molestarse si se entera de que salí a bailar con unos amigos. Preferible celebrar de esta forma mi despedida de soltera que de alguna otra, ¿no lo crees?

-Sí, tienes razón.-confié toda mi esperanza en Sofía.

Recuerdo haberla visto llorar aquél día en el restaurante orgánico, jurando lo mucho que amaba a Armando y lo dispuesta que estaba por cambiar con tal de seguir a su lado. Esas lágrimas no pudieron haber sido falsas, no pudieron haber sido hipócritas.

-¿Ves aquellos muchachos de allá? Ellos me conocen, son amigos míos. Podría presentártelos…

-¡Claro!-era como si Sofía pudiera leer mi mente, mis anhelos.

Nos aproximamos a la barra de bebidas. Cuatro hombres realmente atractivos nos esperaban. Uno de ellos particularmente captó mi atención. Su cabello castaño, sus ojos del mismo color, su hoyuelo en la barbilla, y una perfecta nariz respingada con la que alguna vez soñé frotar la mía: se trataba de Christopher. Mi amor platónico de la preparatoria. ¡Era él, de nuevo!

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