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miércoles, 20 de julio de 2011

La encantadora de suegras (cap. X)

Parte X: ¿Que tan joven es la noche?

-Hola, guapos. ¿Qué tal su noche?-Sofía se dirigió a los muchachos con naturalidad.

-Excelente, y de pronto llegaste tú. Ahora es fascinante.-el de largos rizos dorados se aproximó a ella para tomarla por la espalda.

Detrás de él fue un chico de menor estatura, moreno y de sonrisa irresistible. Le siguió el más alto de todos, que en lo personal me resultó muy parecido a Richard Gere pero en una versión mucho más joven. Finalmente Christopher. Todos compartían el mismo estilo de vestimenta, jeans oscuros y camisas con botones de colores lisos.

-Quiero presentarles a una amiguita que acabo de conocer. Ella es Victoria.

Las miradas de todos ellos se dirigieron hacia mí, pero la de Christopher la sentí electrizante. Me reconoció enseguida, pero no mencionó nada.

-Ellos son Vicente, Genaro, Christopher y Beto.

-Mucho gusto, madame.-contestó Richard Gere, es decir, Vicente. Tomó mi mano izquierda y la besó con caballerosidad. Sentí que mis mejillas ardían.

-¿Victoria, cierto?-asentí.-Eres muy guapa…

-Gracias.-no entendía el idioma de los hombres. No supe que habría querido decirme con eso Genaro, el de los rizos dorados.

Beto parecía ser el más alocado de todos. Se acercó hacia mí, recargándoseme en un hombro para extender su brazo por mi espalda y tomarme del otro. Sentí un cosquilleo transportarse a lo largo de mi cuerpo, sin saber si se tratara de algo bueno o no, pero lo disfruté. Miré de reojo a Christopher para conocer su reacción, pero él tenía la vista fija en otro punto que no logré identificar.

-Tú si bailarás con nosotros, ¿verdad preciosa?- ¿Por qué no bailar con ellos? Sería interesante.- No hagas como esta despreciable traidora, que nomás se consiguió noviecito y ya se olvidó de todos nosotros…

-¡Beto, por favor no empieces a fregarme!-Sofía de pronto perdería su discreción, de eso no había duda.

-Yo solo te digo la verdad, chaparrita. Tú ya lo sabes.

-No le hagas caso a este menso, Sophie.-Vicente repitió lo mismo que Beto con ella.-Yo nunca te despreciaría.

-Pues demuéstramelo. ¿No vas a invitarme nada?-Sofía evolucionó su tono de voz a uno mucho más seductor.

Vicente pidió dos margaritas para él y Sofía. Beto tampoco quiso quedarse atrás.

-¿Qué te gustaría probar, chiquita?

-Sorpréndeme.-fue lo único que se me ocurrió decir, aunque admito que mi tono de voz no era del todo atrayente. Pero Beto lo ignoró.

-Dame dos resucitadores, por favor. ¡Con mucho hielo!-le ordenó al camarero.

Me senté junto a Beto dado que él fue quien me atendió desde el principio. Nunca antes había compartido mi tiempo con un chico dar de esa forma, pero me di cuenta de que necesitaba iniciar la conversación antes de arruinar las cosas.

-Supongo que vienes aquí seguido.

-Sólo martes y sábado, chiquita.-contestó muy simpático.-Los sábados tocan la mejor música, los martes tenemos la pista no más para nosotros. Pero también tengo mis deberes, mi trabajo. No soy tan irresponsable como parezco. ¿Verdad Chris?

Christopher se mantuvo callado. Era obvio que nos estaba observando, pero ¿en qué es en lo que estaría pensando? ¿Tendría novia? ¿Por qué no fue él quien me invitara un trago o a salir a bailar?

-¿Te gusta bailar, cierto?

-Vivo para bailar, nací para bailar. ¡Voy a morir bailando!-comenzó a tararear la canción de fondo, y tomo mis manos para seguir sus pasos de baile. Sí que era muy divertido pasar el tiempo con ese chico. Me limité a sonreírle con gracia, para que no tuviera la conclusión incorrecta sobre mí.

Eché un vistazo a la pista; en efecto, había muy pocas personas en la pista, pero al menos todas con pareja. La mayoría eran guapos. Sofía y Vicente charlaban muy entretenidos al otro extremo de la barra.

-¿A qué te dedicas, preciosa? Se ve que eres muy inteligente, muy funcional, y ergonómica.

-¿Ergonómica?-me reí junto a él de nuevo.-Trabajo en una empresa, hago reportes de todo lo que sucede diariamente en ella. Típicas labores de oficina, ya sabes.

-Yo soy taxista. El número uno…

-¿En serio? No lo pareces.

-¡Oh! ¿Quieres que te lo demuestre? Conozco todas las calles y avenidas de Nuevo Salcedo, preciosa. Te puedo llevar desde aquí hasta la Gloria sobre mis hombros, con los ojos cerrados…-hablaba de una forma demasiado graciosa, simplemente no pude contener mi risa. Christopher nos observaba con seriedad, aún.

Continuamos nuestra entretenida charla por un largo rato. Terminamos nuestras bebidas, incluso con una segunda ronda. Los colores del suelo de la pista comenzaban a mezclarse unos con otros, o al menos eso es lo que yo veía. Le negué a Beto que me pidiera un solo trago más, no podría soportarlo. Pero seguía divirtiéndome con él.

-Anda, sólo uno más. No vas a arrepentirte, quiero mostrarte algo. Un coctel al que me gusta llamarle el escupe-fuego. ¡Jonathan, prepárame dos escupe-fuegos!

-¿El escupe-fuego?-aquella palabra no sirvió precisamente para calmar mi risa. Me la estaba pasando perfecto con Beto, aunque creo que eso ya lo he mencionado muchas veces. Pero en realidad, ¡me la pasaba increíble con él!

-¡Hey, Beto! ¡Sophie quiere pedirte disculpas, ven acá!-de lo lejos, Vicente llamaba a mi acompañante.

Al parecer tanto él como Sofía también se estaban divirtiendo mucho juntos. Al verlos, la conciencia que aún poseía me permitió razonar que algo no andaba muy bien, pero no caí en cuenta exactamente de qué se trataba aquello.

-Claro, ¿cómo no? ¡Pero debe pedírmelo de rodillas! ¿Te molesta si me voy un rato, preciosa? Prometo que no tardaré.

-No… te… preocupes.-de seguro me vi demasiado torpe al contestarle de esa forma. Pero ya pasaban de las diez, mi hora límite de sueño, y también me había excedido de otras cosas para ese entonces.

Beto se retiró. Unos cuantos segundos después, noté que Christopher se acercaba. ¿Con que estaba esperando el momento preciso?

-Christopher, viejo amigo. Ven, siéntate a mi lado. Cuéntamelo todo…

-¿Qué quieres que te cuente, Victoria? No creo que me prestes atención.

-No, si voy a escucharte.-recapacité. Recobré automáticamente lo más posible de mi conciencia.-Estoy bien.

-Perfecto.-se sonrió. La verdad que su sonrisa era muy hermosa, y no eran mis alucinaciones.- Un consejo muy grande: no bebas el escupe-fuego. Es un típico truco de Beto. Hacer volar a la chica, hacerle salir unas cuantas carcajadas, invitarle su bebida favorita, y voila. Es toda suya.-quedé asombrada.

-¿Es en serio?-me sentí la mujer más fácil o ingenua del mundo. La verdad sí lo era, pero de una manera muy distinta a la que presentía.

-Sí. Admito que fui yo mismo quien le enseñó ese truco.-dejó salir una sonrisa malévola, una que esta vez no me agradó.

-Pues qué desgraciado eres.-me atreví a decirlo.

-Error. Acabo de prevenirte, soy tu salvación. Además, con eso acabas de admitir que caíste en su truco.

-Por supuesto que no caí, no iba a dejarme siquiera tocar por nadie.

-Pues ya comenzabas a hacerlo, “preciosa”. Suerte que vine a salvarte.

Me hubiera gustado preguntarle “¿por qué te diriges a mí de esta forma?”. Nunca tuvimos la ocasión de discutir mientras cursamos el bachillerato, tampoco durante nuestras reuniones en la vecindad (sí, Christopher también fue mi vecino por un tiempo). Ahora nos hablábamos sobre asuntos delicados, uno tratando de vencer al otro, como nunca lo hicimos en nuestro pasado.

-Déjame en paz, Chris.-fruncí el ceño y volteé mi cuerpo para darle la espalda. Sin embargo continué sintiendo su mirada sobre mí.

El camarero nos entregó la orden de dos escupe-fuegos.

-Pero qué desperdicio de bebida.-hubo un breve lapso silencioso.-¿Qué es lo que haces aquí? ¿Cómo es que conoces a Sofía?

Dejé un salir un profundo suspiro, decidí volver a darle la cara a Christopher para contarle mi historia, lo más sintetizada posible.

-Ella me contrató para preparar su pastel de bodas. Además, Armando me pidió ser su madrina. Conocí a las demás damas de honor, y ellas me invitaron a su despedida de soltera. Sofía no quiso continuar en la fiesta y aún no entiendo por qué me convenció de que la acompañara a este lugar…

-¡Armando! Es cierto, él es su comprometido. Hace tiempo que no lo he visto. ¿Así que se fugaron de su fiesta de despedida?-a Christopher le pareció gracioso lo que hicimos.

-¡Madre Santa! ¡Mi carro!-tuve un ataque de incertidumbre.-Está en el bar…

-¿Ya quieres irte, o qué?-pudo leer mi mente. No iba a esperar hasta que Sofía terminara de divertirse, ¿qué tal si otro de sus amiguitos intentaba aventajarse de mí otra vez? Además, no tenía muchas ganas de bailar que digamos. Estaba cansada.

-Mañana tengo trabajo, necesito descansar.

-Y tu auto muy probablemente se encuentre en peligro. ¿Está fuera del bar Los Ángeles, verdad? Ten por seguro que al menos le han robado el parachoques, los neumáticos, o el estéreo. La avenida Rivera es de las más arriesgadas de la ciudad, ¿sabías eso?

-¡Sí, pero no es necesario que me recuerdes todo eso!-se comportó muy chocante, y aún no terminaba de provocarle gracia.

-Está bien, para que te des cuenta de que no estás sola, yo voy a llevarte a que recojas tu automóvil.

Me pareció excelente idea. Busqué a Sofía con la mirada a lo largo de la barra, pero no se encontraba ahí. Eché un vistazo a la pista de baile, y mis ojos se quedaron atónitos al observar semejante escena: ahí estaba Sofía, bailando con Beto a sus espaldas y con Vicente de frente a frente, sus cuerpos totalmente pegados el uno con el otro. Ansié con que mi vista estuviera fallándome, con que todo lo que veía fuera mentira. Sofía no podía estar besando a otro hombre que no fuera Armando, mi amigo. Su comprometido.

-Llévame, Christopher. Por favor.- Sofía no era ni más ni menos insolente que Bárbara, la intrépida de mi novela.  No importó abandonarla  después de eso.

Salimos del antro, yo caminaba con tensión y hundimiento. Christopher iba delante de mí, lo seguí hasta su carro. No creí que confiar en él podría ser aún más peligroso que dejarme llevar por Sofía, como lo hice hace rato. Él me conocía y yo a él desde hace años. Lo recuerdo de jovencito, fiestero y alborotado, pero completamente responsable y considerado con las señoritas. Fue por eso, supongo, por lo que me enamoré de él en la prepa.

Mi mente seguía desconcertada. En todo el recorrido, permanecí callada. Christopher respeto mi silencio al no hacerme preguntas ni comentarios. Al llegar al bar, me di cuenta de que el estacionamiento quedaba casi vacío, la fiesta estaba acabándose. No quise salir del auto por miedo a que alguna conocida me reconociera, ¿cómo iba a explicarle que fugué junto a Sofía?

-¿No vas a bajarte?-me preguntó tranquilamente Christopher. Mi respuesta le dio un giro a su punto.

-Christopher, ¿tú y Armando fueron amigos?

-Muy buenos amigos. Espero que aún lo seamos. Claro que no nos frecuentamos igual que antes. ¿Por qué?

-Es muy buena persona…

-Eso yo lo sé.-Christopher no entendía nada de lo que yo decía, yo buscaba las palabras adecuadas para que lo hiciera.

-¿Conoces muy bien a Sofía?

-Era mesera en el antro. De ese tipo de meseras con las que puedes jugar, ¿me explico bien?-por su sonrisa pícara, pude comprender a qué clase de juegos se refería.- Yo y mis amigos nos volvimos sus clientes preferidos. Cierto día renunció con el pretexto de que ya había conseguido quien la mantuviera, pero siguió frecuentándonos a nosotros en el antro. No la conozco bien, sólo sé que es muy “juguetona”.

-Su reputación no es muy buena, ¿cierto?-no quise traicionar a nadie con mis comentarios, pero tenía que enterarme de toda la información posible. Por el bien de Armando. Tenía que saber la verdad de la verdad, ¿con quién se estaría comprometiendo?

-No lo es. A mí me parece de lo peor. Sólo una vez hice la prueba de salir con ella, pero en el fondo yo me intereso por mujeres más sofisticadas. Inteligentes, claro que hermosas, pero con quienes puedas llevar una relación sana. No soy como los otros, mis amigos.

-A lo que voy es que, creo que Armando es… engañado.

Christopher asintió con lástima.

-El pobre es víctima de un engaño emocional. Sofía no es la pareja perfecta ni para él ni para ningún otro hombre. Es un juguete.

Cubrí rápidamente mi boca con ambas manos con dolencia, mis ojos estaban completamente abiertos, pasmados.

-Él es quien no lo comprende. A veces me encantaría hablar con él, pero no quisiera entrometerme mucho en sus decisiones, en su vida.

Asomé mi rostro un poco por encima de mis manos para fijar mis ojos sobre los de Christopher. Después comencé exclamé con consternación.

-¡Pero es Armando! ¡Él no se lo merece! ¡Debe de darse cuenta! ¡Sofía no es mujer para él!-mi voz se quebraba conforme mi desesperación aumentaba. Una lágrima corrió por mi mejilla, pude sentir su sensitiva frescura.

Christopher bajó la mirada, pensativo. Con mi brazo descubierto sequé la gota de mi rostro. Reinó un confortante silencio, Christopher podía entender mis sentimientos.

-Debes hablar con él.-volvió su mirada hacia mí.-Armando a ti sí te escuchará. Eres su mejor amiga, ¿no es cierto? Sé que vas a convencerlo, porque te quiere. Le darás el mejor consejo que jamás habrá escuchado. No puede seguir engañándose de esa forma, ya lo has dicho tú misma. Además, estás muy enamorada de él.

-¿Disculpa?-sentí un gran espasmo. ¿Qué le hacía a Christopher pensar semejante cosa? Yo ya me había olvidado de Armando, pasionalmente.

-Tú y yo nos conocimos bien cuando éramos más jóvenes. Yo he cambiado demasiado, pero tú sigues igual que siempre salvo por ciertos detalles. Reconozco ese brillo en tus ojos, Victoria. Estás enamorada.

Mis mejillas ardían de la vergüenza. Si Christopher sabía reconocer cuando yo estaba enamorada desde hace tiempo, ¿se habría dado cuenta de lo mucho que me gustaba cuando íbamos a la preparatoria?

-Creo que ya voy a salir del auto.

-Buena idea, aunque no me importaría seguir charlando aquí contigo.

-Lo siento, pero debo irme. Mañana tengo una junta muy importante. De hecho creo que no debí haber salido esta noche.-desabroché mi cinto de seguridad.

-Espera, te abriré la puerta por fuera.

-Gracias.

Christopher salió del auto para emprender su acto de cortesía. Se dirigió a mi puerta, la abrió e incluso me cedió su mano para apoyarme en ella para salir. ¡Cómo adoro que los caballeros tengan modales!

-Muchas gracias.-volví a agradecerle, sonriente.

-No hay de qué. Y permíteme decirte que te ves preciosa. Nunca antes te había visto así.-su comentario me resultó de lo más placentero. Agaché mi mirada encogidamente.

-Nos vemos, Christopher.-nos despedimos con un beso en la mejilla. Me aproximé a mi coche, asegurándome de que nadie se encontraba cerca para pasar inadvertida.

-¡Victoria, una cosa más!-a medio camino recorrido, volteé de nuevo hacia atrás para prestarle atención a Christopher.- Si no hubieras sido tan tímida, te hubiera preferido en vez de Irina Toledano. Creo que debí invitarte a ti y no a ella al baile de graduación.

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